[1/4/2003]
Mi padre fabricó una caña de pescar a partir de una caña común: la cortó, le quitó algunas asperezas y le ató una tanza. Era un gran proyecto para mis ocho o nueve años, ir de pesca por primera vez en la vida. Lo que más me gustó fue la boya roja que mi padre compró en una casa de pesca, además de un par de anzuelos de distintos tamaños.
Me explicó todos los secretos de la pesca, que se podían resumir así: el pez, atraído por la carnada, va a comer y entonces se queda enganchado en el anzuelo; al tirar de la tanza alerta al pescador, que debe sacarlo del agua.
¿Carnada? Mi padre escarbó en el jardín y sacó varias lombrices, que movían la cola como si esperaran una oportunidad en la vida. Las metimos en una lata antes de que se dieran cuenta de nada.
Fuimos a la Costanera, que por entonces solía dar al Río de la Plata, los dos solos. Sacamos la caña, mi padre selló la suerte de una lombriz ensartándola en el anzuelo y lanzó anzuelo, lombriz y boya al agua. Yo estaba tan excitado que me puse a saltar alrededor de él y, sin querer, le di una patada a la lata de lombrices y la tiré al agua.
Hasta ahí llegamos con la pesca. Mi padre no dijo nada. Pero por algún motivo ni él ni yo volvimos a intentarlo. Así empieza la historia de mis culpas.
¡El remordimiento debería haber empezado cuando arrancasteis aquellas lombrices de su hogar, depredador!.
ResponderEliminarEduardo: a esta altura de la vida, y después de todo el camino recorrido, te merecés patear todas las latas de lombrices que se te antoje, y quedarte tan tranquilo. Te lo has ganado. Ego te absolvo.
ResponderEliminarGracias, Luisa. Me hace muy bien tu comentario, lo digo en serio.
ResponderEliminarChamameSoldier: la culpa por las lombrices no fue tan grave porque el padre de las lombrices parece que no se enteró.
Yo no soy padre. Yo soy madre. Y tengo la sensación de que tu padre te tiene aquello tan perdonado que seguramente ni se acuerda.
ResponderEliminarSeguro, Sandra. Pienso en la misma situación con mi hijo pateando la lata y me veo tranquilizándolo para que no se preocupe por el tema. Es uno mismo el que se persigue.
ResponderEliminarhumildemente pienso que usté, como padre debería reiterar el ritual de la pezca.
ResponderEliminarDeberá construir una caña de pescar frente ante la mirada de su párvulo (puede incluso completar el instrumental fabricando usted mismo la boya dando forma y pintando un corcho y clavándole un escarbadientes arriba), explicarle prolijamente todos los secretos de la pezca.
Ahora bien: le recomiendo, primero, reemplazar la palabra carnada por alimento, y segundo, no olvidar la escena clave y fundamentar del ritual de la pesca: patear la lata de las lombrices (hacia el agua) luego de la danza alrededor de la caña; que bien podría estar clavada o sujetada en forma vertical cerca de la costa, como para facilitar las evoluciones de la danza.
Su hijo no sentirá culpa por patear la lata. Muy por el contrario, la proxima vez pedirá a gritos ser él quien lo haga...
RUNA (comición de rituales urbanizados)
Polo, simplemente, muy bueno :)
ResponderEliminarEdu: te sirve otro besito brand new? :*
Pablo/Polo: muy buena idea. (RUNA es entonces por "Rituales Urbanizados National Association".)
ResponderEliminarNorya/Sikanda: gracias por este flamante brand new besito ;)
En días muy malos o en épocas en las que nada parece tener consistencia, los ritos íntimos sobreviven al gran naufragio de la memoria y nos permiten tocar la raíz o el cuerpo cálido de alguien -aunque ya no esté- y también pasar el testigo a los que vienen.
ResponderEliminarNo importa lo tiernas, salvajes o brutales que sean esas liturgias: son necesarias porque somos animales de símbolos, contadores de historias que, como los rescoldos de un fuego, hay que mantener vivas viviendo más cosas que poder contar.
Todos los cuentos son uno y el mismo, solo que contados de distinta forma. El milagro de las palabras es que para cada uno representan cosas diferentes. Caña-de-pescar es algo precioso para ti. Y duro porque tira del hilo de la nostalgia, trayendo a tu voz una historia. Entonces nosotros escuchamos, alrededor de tu fuego encendido, en silencio sacramental. Como si fuéramos niños de ojos asombrados. A eso se reduce esto. A eso se reduce todo. Aunque la muerte ande suelta y caigan bombas.
Eso nos salva.
Gracias.
Muy bien escrito, Paz. Me habría gustado poder decirlo así.
ResponderEliminarBreve confesión: estoy obsesionado por la guerra y lo que viene, y no encuentro la manera de escribir una sola palabra al respecto.
Es que es como abrir la caja de Pandora. Sale una guerra y después la otra y uno acaba queriendo morirse. Yo llevaba días sintiendo que todo loq ue escribía sobre la guerra era inútil o iba a ser (como de hecho fue) malinterpretado.
ResponderEliminarAcabo de escribir sobre Malvinas y entonces sentí un alivio al comprender por qué nos duele tanto.
Te abrazo.
Te comprendo.
Aunque te parezca mentira, simplemente manteniendo los cuentos vivos estás guardando celosamente el antídoto.
Yo me considero afortunada y agradecida por ello.
No tengo hijos, pero he amado niños como si lo fueran de mi vientre. Y sé que ese es otro motivo de tu incapacidad de escribir sobre la guerra.
Gabriel y el terror del mundo que te obligan a dejarle.
Todo irá mejor si persistimos en la visión.
Este último si es un mensaje en clave para ti.
LA PERSISTENCIA DE LA VISION.
Un beso
deberias intentar ir de nuevo a pescar pero esta vez con mas cuidado si es posible que date quieta sin mucha emosion.
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