En cuanto vi la foto, el olor de aquel maletín me vino descontrolado a la memoria. Era tan intenso que casi dejó de ser virtual: pasé a sentir el maletín en la mano, a punto de poder abrirlo para poner adentro la cartuchera de madera y el cuaderno. Colecciones enteras de recuerdos (como fotos en tres dimensiones y para varios sentidos a la vez) volvieron a llenar espacios que estaban vacíos. Es una punta de ovillo, no sé qué vendrá detrás. Como diría Douglas Wright, me agarró un nostalgiazo bárbaro.
(Gracias a Andrea Zablotsky por mandarme la foto. Ella la recibió por email. Ignoro la fuente, así que no puedo dar el crédito correspondiente. Pero me gustaría mucho conocer su origen. Desde ya, si tengo que sacarla de aquí por cuestiones de copyright, lo voy a hacer.)
[17/4/2012]
Con el tiempo hubo dos comentarios a este post, de personas que reconocieron el maletín. Unos días después me escribió Jorge Varlotta (y lo puse en otro post, el 21 de abril): "¡Yo tuve uno igual! Era una porquería."
Con el tiempo hubo dos comentarios a este post, de personas que reconocieron el maletín. Unos días después me escribió Jorge Varlotta (y lo puse en otro post, el 21 de abril): "¡Yo tuve uno igual! Era una porquería."
Pobrecitos, mis cuatro hiijos usaron esos maletines. Habrásn sentido lo mismo. Espero que me perdonen. Todavía los veo, bajitos, arrastrando los maletines que se pasaban unos a otros. Me trajo muchoa nostalgia este artículo. Julia Giorgi
ResponderEliminarJuraría que es (aunque éste está más nuevito) mi valija de la escuela.
ResponderEliminarGracias por compartir este hermoso recuerdo de muchos.
Alejandro.