jueves, 31 de mayo de 2012

La hormiga y el camino de hormigas

[31/5/2002]


Las fábulas de Gimenez.
Hoy: La hormiga y el camino de hormigas


—No soy yo el camino —se dice una hormiga que forma parte de un camino de hormigas—. Ninguna hormiga es el camino. El camino es la información, el recorrido, la carga. Y es el conjunto de contactos entre mis hermanas y yo lo que permite que el propio camino siga existiendo.

La hormiga avanza, sigue prolijamente la senda trazada mientras su mente elabora:

—Y sin embargo, no hay camino sin hormigas. Una hormiga determinada no importa: quitémosla del camino, y habrá un leve tropiezo, una duda, pero el camino seguirá existiendo. Dos hormigas, lo mismo. Pero vayamos quitando una y otra hormiga, y llegará un momento en que una sola hormiga menos significará la desaparición del camino. ¿Esa hormiga, entonces, es el camino?

Así estaban las cosas cuando su razonamiento fue interrumpido por un zapato del 43, izquierdo, que casualmente pasaba por allí.

Moralej [crunch]

miércoles, 30 de mayo de 2012

Vencimientos

[30/5/2002]

El contenido vencía en mayo de dos mil dos. El envase, en mayo de doce mil dos.

Rascarse

[30/5/2002]

Rascarse la frente con preocupación, buscando la idea que salve.

Rascarse la oreja, o la nariz, con distintos grados de perplejidad, sorpresa, como si en los huecos fuera a aparecer una explicación.

Rascarse con los dedos agrupados, formando un pico, generalmente con las uñas largas y pintadas, en movimientos nerviosos de ida y vuelta, ida y vuelta, ida y vuelta.

Rascarse justo al lado de donde pica, porque donde pica está prohibido, tratando de engañar a las terminaciones nerviosas.

Rascarse arqueológicamente, con el dedo índice, hurgando hasta el hueso, deteniéndose para limpiar la uña y volviendo a empezar un poco más profundo.

Rascarse con saña, a cuatro uñas, los dedos un poco separados y doblados en forma de rastrillo, para provocar el mayor daño en el menor tiempo posible.

Rascar, a secas, es decir besarse, acariciarse, amarse con la superficie del cuerpo.

Rascarse dormido, ahí donde duele y se lastima, donde al despertarse hay una mancha de sangre y dolor.

Rascarse porque sí, a ver qué pasa, por aburrimiento, mirando los cambios de color como quien ve la tele.

Rascarse regiones privadas, en público, mirando hacia otro lado, disimulando el movimiento como otra cosa.

Rascarse regiones privadas, en privado, con alivio, sonrisa hacia un solo lado, entrecerrando los ojos.

Rascarse el sobaco con el brazo del mismo lado, mientras se bosteza, despertando la piel para otro día.

¡Piratas!

[30/5/2002]

Copies of Spider-Man 2 Available on the Web: "Experts say this is the first time a movie has been pirated before it has even been filmed. Movie pirates infiltrated Raimi's home while he slept. They used an advanced EEG imaging system along with Apple's new QuickTime 6.0 beta with Brain2Vid technology to capture the movie. Pirates then edited out the unnecessary portions of what they captured such as images of Raimi's mother yelling at him because he forgot to take out the garbage." (Vía Good Morning Silicon Valley).

[30/5/2012]

El artículo sigue estando en el mismo lugar. Por suerte, porque es muy divertido. "According to one Internet research firm says the film was downloaded over 700,000,000 times in less than 14 hours and will cost the studio at least $5 trillion in lost revenue."

martes, 29 de mayo de 2012

Ant City

[29/5/2002]

Ant City (vía Good Morning Silicon Valley).

[29/5/2012]

Sigue estando. Es un jueguito, o más bien la simulación de un jueguito. Muy gracioso.

Autorretrato de fantasma

[29/5/2002]


Autorretrato de luz

[29/5/2002]




Mal mapeo

[29/5/2002]

Don't get burned by bad mapping (Cooper Interaction Design): "You may be surprised to learn that your digital products may suffer from the same fundamental problem that makes these stoves annoying and counterintuitive. The problem with these stoves is poor or unnatural mapping." (Vía Tomalak's Realm.)

[29/5/2012]

El artículo no está en ninguna parte. Según Peter Merholz, el ejemplo de la cocina y las hornallas como "mal mapeo" está tomado tal cual de The Design of Everyday Things, libro de Donald Norman.

Unos meses más tarde describí en la Mágica Web mi propio ejemplo de "mal mapeo", seguramente sin acordarme de este link. Este es el párrafo en cuestión, de un texto más largo:

"El portero eléctrico de mi edificio tiene un problema de representación. Está girado noventa grados. La hilera inferior de botones no representa la planta baja, sino los departamentos C. La que sigue, los departamentos B. Y la de arriba los A. Tres hileras solamente, para un edificio con dieciocho pisos. Los pisos, a diferencia de lo que se ve en cemento y ladrillo, aquí son columnas verticales, una al lado de la otra. El piso de la extrema izquierda (por usar una expresión común en un contexto diferente) es el primero. El de la extrema derecha (ver comentario sobre la extrema izquierda) el 18."

lunes, 28 de mayo de 2012

Gabriel cuenta una adivinanza

[28/5/2002]

"Es de color rojo, tiene una curva así y está en el piso del colectivo. ¿Qué será?"

Solución: la media del conductor.

Cuarta dimensión

[28/5/2002]

—Me puedo mover en la cuarta dimensión —dijo al pasar. Y para demostrarlo, o porque sí, porque tenía ganas, se dio vuelta de atrás para adelante, sin girar.

viernes, 25 de mayo de 2012

Fuera de casa

[25/5/2002]

Esta noche, por primera vez, mi hijo duerme fuera de casa. Se queda en lo de un amiguito de la escuela. Sí, lo extraño.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Gaita

[23/5/2002]

Pensándolo bien, una gaita es lo más parecido a un animal, un ganso por ejemplo, al que uno le aprieta la panza para que chille y encima le mete las manos en el pico para que lo haga a distintas alturas.

Quieto

[23/5/2002]

Si pudiera quedarme quieto ahí en la calle, a la puerta de mi edificio, sin necesidades ni apuros, contemplado el paso de las estaciones, los años, los siglos, las eras geológicas, ¿cuánto tiempo pasaría hasta que los sedimentos cubrieran estas torres, y cuánto más hasta que los arqueólogos vinieran a desenterrarlas?

Puerta

[23/5/2002]

Si tuviera que abrir esa puerta empezaría golpeando para saber si alguien responde, y ante el silencio seguiría apoyando la mano en el picaporte, girándolo con suavidad y empujando hasta que el barniz, que debe estar pegado luego de tanto tiempo, se desprenda y permita que el panel de madera barata, un poco arqueado por la humedad, empiece a revelar el aire estancado del interior, muy lentamente porque puede haber cosas que se despierten o, peor aún, que no se despierten, y cuando las bisagras hayan chirriando lo suficiente trataría de distinguir algo al otro lado, en la oscuridad, antes de que algo me distinga a mí en la luz. Pero nada de esto es necesario, porque me permiten seguir de largo.

Caída

[23/5/2002]

Caminaba por una hilera de baldosas, un pie adelante del otro, con cuidado, como si a ambos lados no hubiese otras hileras de baldosas sino un abismo. Brazos levantados, mirada fija en el piso, dientes mordiendo labios. Concentración. Concentración. En eso, pasa un taxi justo por encima del charco y el agua sucia le salpica los pantalones. La caída es terrible, porque el abismo no termina nunca. Pero peor resulta para el taxi, que se lleva puesto un intenso deseo de que gire sobre sí mismo ciento diecisiete veces, rebote contra una pared y salga disparado en dirección a las nubes. La tintorería, más tarde, cobra una fortuna. Nada de esto sale en los diarios.

[23/5/2012]

"Hoy, amor, igual que ayer, como siempre,
en el diario no hablaban de ti,
en la radio no hablaban de ti,
en el diario no hablaban de ti,
ni de mí."
(Acá.)

—Dale, papá

[23/5/2002]

—Dale, papá.

El padre tira el gorro de lana, como una pelota, en dirección al nene. El nene, que debe tener dos años, lo atrapa en el aire y enseguida se lo vuelve a tirar al padre. El padre se estira, se inclina, se tuerce, levanta el gorro del piso.

—Dale, papá.

El padre mira alrededor, trata de hacer el juego más lento.

—Dale, papá.

Ahí va el gorro, entonces. El nene lo atrapa, lo suelta, lo atrapa, y lo tira más o menos hacia al padre. "Más o menos" significa, a veces, en dirección contraria, o perpendicular, y en esos casos es el propio nene quien corre a buscarlo para probar otra vez. Cuando tiene el gorro en sus manos, el padre insiste en perder segundos.

—Dale, papá.

Gorro que viene, gorro que va.

—Dale, papa.

Gorro hacia aquí, gorro hacia allá.

—Dale, papá, o no te quiero más.

En eso un viejo se acerca al nene, sonriente, para acariciarle la cabeza. El nene, con el gorro en las manos, lo mira y le dice:

—Hola, caca.

El viejo sigue sonriendo.

—Hola, caca —insiste el nene.

—¿Cómo te llamás? —pregunta el viejo.

—Hola, caca.

—Qué lindo.

—¿Por qué tenés pelota?

El cambio de discurso del nene toma a todos por sorpresa, hasta que el viejo mira su llavero, una especie de pelota de tenis en miniatura. Mientras tanto, el nene tiene tiempo de insistir:

—¿Por qué tenés pelota?

—Para poner las llaves —dice el padre, ya que el viejo no parece decidido a contestar.

El nene pierde todo interés en el tema. Vuela el gorro.

—¡Dale, papá!

[23/5/2012]

Fue en la sala de espera de la clínica. Literal. Tomé nota, para no olvidarme de nada. Todavía me acuerdo del momento. En qué andará ese nene diez años más tarde.

lunes, 21 de mayo de 2012

Cinco microcuentos

[21/5/2002]

La luz tenía el color de un viejo papel de lija.

*

En esa ciudad casi todas las calles eran contramano.

*

Ante los ojos desorbitados del empleado de correos, pegó la estampilla en el lado interno del sobre.

*

—Explíqueme esto —dijo el director del zoológico al empleado de mantenimiento, frente al huevo que acababa de aparecer en ese aviario donde todos los ejemplares eran machos.

*

Parecía una pared, pero era el nuevo vestido de tía Clara.

El beso

[21/5/2002]


Algo como casi nada

[21/5/2002]

Como una aventura,
como una telaraña,
algo como un pantano,
como rayo lento, algo
como un avión perdido.
Como un silbido suave,
como una adivinanza,
algo como estar despierto,
algo como despertarse,
como escenas de la guerra,
como amor.

Como un fósforo encendido,
como un ciego que tropieza,
casi algo como dientes,
como uñas que acarician,
como una amenaza.
Como suerte desmedida,
algo como el insomnio,
como un mapa ilegible,
casi como una queja,
como un paso de danza,
como amor.

Como una ceremonia,
como música africana,
como ruido en la pantalla,
como un rompecabezas,
como un águila que caza.
Como gripe de verano,
algo como platos rotos,
como anzuelos en el agua,
como la primera ola,
algo como casi nada,
como amor.

(Esta es la letra de la última canción que compuse, en 1991.)

[21/5/2012]

El título, "Algo como casi nada", me siguió dando vueltas, hasta convertirse en el último verso de Como agua, el libro que hicimos Cecilia Afonso Esteves y yo, y que publicó Del Eclipse en 2009. Estas son las páginas donde aparece (click para verlas más grandes):


En cuanto a la canción: tengo una grabación de 1991, que nunca me decido a subir porque no es buena. Tampoco me puse a grabarla de nuevo. Tal vez un día me decida a mostrar lo que hay, como ya hice con tantas otras cosas.

En el año 2002 llevaba mucho tiempo sin hacer música. Volví en 2007, cuando les puse música a una cantidad de textos de la Mágica Web. Parte de eso se puede escuchar siguiendo este link.

Exagerar

[21/5/2002]

Hoy, en este preciso momento, tengo ganas de exagerar. No es algo normal en mí, diría que es algo extraordinario, muy rara vez visto: mi estilo se inclina con fuerza al understatement, o para decirlo con menor sofisticación, a la sangre de horchata. Pero ahora tengo ganas de exagerar, muchas ganas, unas ganas irresistibles, de esas que pueden sacarlo a uno del camino señalado por el destino, que arrasan planes y proyectos, que se extienden por los diversos niveles de consciencia y más abajo, por los sótanos del inconsciente, donde se agitan los sueños, los deseos, las motivaciones de reptil. Unas ganas prodigiosas, incontenibles, de las que mueven montañas, generan bifurcaciones en la historia, universos paralelos, de las que acaban con religiones enteras para crear otras nuevas, de las que derrocan emperadores y erigen semidioses. A ese tipo de ganas pertenecen hoy mis ganas de exagerar. Pero quiero aclarar que, si llego a dar rienda suelta a alguna fracción de estas ganas será de un modo civilizado, que no dañe a nadie, un modo propio de mi manera cortés y servicial de hacer las cosas. Mis exageraciones, en caso de llegar a la existencia, en caso de asomar su rostro pintoresco entre las colinas grises de mi prosa, en caso de recorrer la pluma o las teclas que se ocultan tras las palabras que elijo unir como cuentas en un collar inacabable, mis exageraciones, decía, serán inocuas para la salud pública, serán indetectables para las futuras generaciones de psicólogos que escarben en los recuerdos traumáticos de sus pacientes, serán un río caudaloso pero de aguas potables, limpias, cristalinas, transparentes, frescas, casi contradictoriamente con su carácter de torrente arrasador de convenciones, usos, costumbres. Haré lo posible, lo humanamente posible, lo que esté al alcance de las limitadas posibilidades que me han sido otorgadas en el reparto aleatorio de los dones, para que mis exageraciones tampoco generen rupturas en el devenir de mi existencia, que no produzcan un antes y un después, un quiebre en este fluir no diría suave ni tranquilo ni recto ni orientado siempre a un fin superior o siquiera a un fin, pero sí controlado, encauzado, dirigido a lo largo de coordenadas que mi no siempre sencilla comprensión del mundo y de la vida me indica que debo hacerle seguir. Las exageraciones de las que tengo tantas ganas, entonces, llegarán con la fanfarria de los bronces, el ímpetu de una manada de elefantes, el brillo de una nova, pero todo dentro de unos límites, un continente, un recipíente, un envase, una bolsita de plástico.

Bueno, ahora estoy más tranquilo.

Cinco microcuentos

[21/5/2002]

La radiación les llegaba hasta el cuello, y seguía subiendo.

*

La mosca, herida, volaba dejando una estela de humo negro.

*

Tras haberse hundido con su barco, el capitán aún se preguntaba si había sido una buena decisión.

*

El sol caía en vertical sobre el paisaje, destrozándolo.

*

Llegó a la panadería antes de hora, sólo para comprobar que el panadero tenía los labios llenos de polvo blanco.

[21/5/2012]

El tercer microcuento entró en El hilo, libro álbum que hicimos Claudia Degliuomini y yo, y que publicó Del Eclipse en 2011. Estas son las páginas correspondientes (click para verlas más grandes):


Hace pocos días aparecieron aquí, en MW+X, otros dos microcuentos de El hilo, y sus páginas en el libro.

domingo, 20 de mayo de 2012

Tuteo

[20/5/2002]

La recepcionista de la clínica tenía el hábito de tutear a todos, por teléfono o en persona, conocidos o desconocidos, sin distinción de edad, género o enfermedad. A todos, todos, todos. Excepto a mí.

Detalles del spam de hoy

[20/5/2002]

Detalles exquisitos del spam de hoy (todo rigurosamente sic):

"Oportunidad unica de seguir a distancia dsde Argentina y aun precio muy asequible. Un Curso diplomado de MOTIVACION Y COACH.N.A.C"

"Base de datos con 16322115 DE CHEQUES RECHAZADOS Adquiera mi exclusiva base de datos e incorpórela a su sistema o utilice un programa especialmente diseñado para buscar en esta base de datos. Cualquiera sea su actividad tiene que cruzar estos datos con su base de datos, hable con su programador, nuestros datos están totalmente abiertos para que los utilice como desee."

"GRATIS damos de alta a su sitio web en mas de 200 buscadores hispanos y en 20 directorios de enlace. Para mayor información Y COLOQUE EN EL ASUNTO (o SUBJET) del mail la frase "QUIERO MAS INFORMACION". NO USE EL BOTON "responder a" de este mail. Si no sigue estas SENCILLAS instrucciones el robot no reconocerá su pedido y NO LE CONTESTARA."

"Hace unos minutos visité tu página a traves del buscador Ubbi y tengo una propuesta para hacerte. Hay una empresa acá en argentina que te dá un banner para poner en tu sitio (muy pequeño, de 2 cm X 3cm) y paga $ 5 pesos por cada visitante tuyo que entre a traves de ésos banners y se registre gratis (ademas de pagarte el 20% de comisiones que éstos visitantes generen)."

"5 dias y 4 noches de hotel en orlando, Florida con acomodacion de hotel en suites hasta para 5 personas, desayunos gratis y transportes desde y hasta los parques de atracciones, cena gratis para 4 personas y show de gladiadores en famoso restaurante."

(No miré la hora. "Hoy" ya no es hoy, sino ayer domingo. Pero el spam sigue siendo spam, y todo lo anterior es apenas una selección de lo que recibí en castellano en un solo día de fin de semana. En inglés viene mucho más. Y hasta en portugués, francés, italiano...)

sábado, 19 de mayo de 2012

Virrey Vértiz

[19/5/2002]

Virrey Vértiz. Virrey Vértiz. Virrey Vértiz. Nunca consigo recordar el nombre de esa avenida. Uno tiende a llamarla Libertador, pero no, no es Libertador: Libertador está, a esa altura, al otro lado de las vías. Esa avenida se llama Virrey Vértiz.

Hace unos meses tenía que ir a Virrey Vértiz y José Hernández. Subí a un taxi y dije:

—A Libertador y José Hernández.

El taxista tomó por La Pampa, y estaba por cruzar las vías cuando me dí cuenta del error, justo a tiempo.

Hoy tuve que ir otra vez al mismo sitio. Recordando el mal antecedente, pero incapaz de pensar en el nombre de esa avenida, dije:

—Voy a Sucre y la avenida ésa que está entre las barrancas y las vías, que nunca me acuerdo como se llama.

—Yo tampoco —confesó el taxista—. La llamo Libertador, pero no es.

Conformes ambos con nuestro pensamiento homogéneo, seguimos viaje sin otros inconvenientes. Hasta que en la desolada esquina de Sucre y Virrey Vértiz (desolada en una mañana otoñal de domingo, sin gente en la plaza, con poca luz en la atmósfera, un poco fría), el taxista empezó a frenar. ¡Error!, anunciaron mis alarmas internas. ¡Otra vez error!

—Perdón, me confundí —dije—. No es acá donde voy. Es más adelante.

Para entonces estaba perdido: iba a una esquina de la que no sabía el nombre de ninguna calle. Aunque ahora sí, ahora había visto el cartel "Virrey Vértiz". Pensé que convenía aclarar las cosas:

—Voy a una clínica que está media cuadra a la derecha.

—Ah, sí —dijo el taxista—. En José Hernández.

—Eso, claro, José Hernández.

¿Cómo había podido olvidarme? Allá fuimos, y allá por suerte llegué, y allá me diagnosticaron que no era una reacción alérgica sino una "varicela zoster", que podemos contraer de adultos quienes tuvimos varicela de niños, y que podía doler y picar y que mejor era comprar unas pastillas específicas, aunque fueran caras.

A la farmacia, entonces, y sí que eran caras las pastillas. Y sí que duele y pica, a la vez. Es como quemaduras, no tan graves, pero la ropa no se soporta, las sábanas no se soportan, tengo un poco de fiebre, y espero que esto se acabe pronto.

Virrey Vértiz.

*

Escribo para entretenerme mientras me viene el sueño suficiente como para vencer a la varicela zoster. En tanto, se me ocurrió mirar la guía Filcar. Tengo la edición 1987, y cambiaron muchas cosas en la ciudad desde entonces. Pero casi todo, a pesar de estos terribles años, sigue en el mismo sitio.

Compruebo Virrey Vértiz, compruebo Libertador, compruebo José Hernández. Y empiezo a notar algo que nunca había visto: la curiosa distribución de acentos en esta guía. Estoy en la página 79. Primero pienso que sólo tienen acentos las íes, en estos nombres de calles escritos con mayúsculas: ECHEVERRÍA, ZAVALÍA. Y que en cambio las otras letras no los merecen: OLAZABAL, VIRREY VERTIZ, DR. ROMULO S. NAON. Pero la regla se hunde enseguida: ahí están JOSE HERNÁNDEZ (¿por qué la E de José no tiene el acento, pero la A de Hernández sí?), CAP. GRAL. RAMÓN FREIRE, el tan discutible caso de AV. CRÁMER... Y caramba, hay una excepción en sentido inverso, SUPERI, una I que debería tener el acento y sin embargo... Y aquí está NUÑEZ, y allá CRISOLOGO LARRALDE, y aquí IBERÁ, y allá ROQUE PEREZ, y ya no entiendo nada. ¿Alguien revisó esto antes de mandarlo a imprimir? ¿Lo habrán arreglado en ediciones posteriores?

Virrey Vértiz. Virrey Vértiz.

[19/5/2012]

No se acabó pronto. La varicela zoster, o herpes zoster, se lleva su tiempo. Por suerte, solo se puede tener una vez.

Acá abajo, el primer comentario es un espléndido chiste de Michel.

"Creo que los dioses aprueban la no acción"

[19/5/2002]

Hace un par de semanas escribí una compleja lista de preguntas que, entre otras sentidos posibles, apuntaban a "¿Qué hago con las cosas pendientes?"

Luisa Axpe respondió con una receta positiva, que también está por allá abajo, y empezaba así: "Hace ya un tiempo descubrí, no sin ayuda, que a mí me dan más trabajo las cosas que no hago que las que hago."

Ahora, Jorge Varlotta le responde a Luisa:
Mi experiencia es totalmente opuesta a la de Luisa. Mi sistema consiste en hacer una lista, y dejarla por ahí. Cuando vuelvo a mirarla después de un tiempo, veo que muchísimas cosas, la mayoria, no tenían la importancia que yo les atribuí en el momento, o se habían resuelto solas, por simple devenir cósmico. Y después están las cosas que hago sin necesidad de mirar la lista. De un modo u otro, todos los ítems terminan tachados.

Cuando me vuelvo obsesivo en mi afán de cumplir con las tareas apuntadas, a menudo debo reconocer que los resultados no son los que esperaba. Caso del oculista. A fines de diciembre me regalaron 90 títulos de El Séptimo Círculo, casi todos con letra chica. Había como 70 que no conocía. Empecé a leer a un ritmo aproximado de uno por día, y a fines de enero tenía los ojos a la miseria. El oculista me dio hora para un mes después, y arrastré un largo sufrimiento. Finalmente llegó el día, el tipo me recetó los nuevos anteojos, pero no tenía plata para mandarlos a hacer. Mientras tanto, las novelas se terminaron, y además empezó el otoño. El cambio de temperatura y el relativo descanso (no dejé de leer, pero la letra ya era más grande) le quitaron toda urgencia al asunto; los ojos volvieron a su estado anterior a enero. Todavía tengo ahí las recetas, en espera de una nueva crisis.

Lo que Luisa no tiene en cuenta, me parece, es que un exceso de actividad genera listas de tareas demasiado nutridas. Cuando resolvés algo, ese algo resuelto crea nuevas tareas. Son muchísimas más las veces que me arrepiento de haber hecho, que de no haber hecho algo. Creo que los dioses aprueban la no acción.
[19/5/2012]

Antes:
Abajo se ve un comentario con el que Luisa, a su vez, le respondió a Jorge.

Cinco microcuentos

[19/5/2002]

Esa mañana el árbol estaba junto al lado izquierdo de la puerta.

*

Salió el sol, y ya no lo dejaron entrar.

*

Estos pájaros migran hacia el oeste, huyendo de la noche.

*

Cerró la puerta con llave y se tiró por la ventana.

*

Debía soñar con mariposas o estaba perdido.

[19/5/2012]

Nueve años después, el segundo y el tercero de estos microcuentos encontraron lugar en El hilo, libro álbum que hicimos Claudia Degliuomini y yo, y que publicó Del Eclipse en 2011. Estas son las páginas correspondientes (click para verlas más grandes):


viernes, 18 de mayo de 2012

Karma

[18/5/2002]

Pisé la cucaracha en mitad del pasillo y saqué el pie rápido, con asco. Iba a buscar algo para limpiar el piso cuando noté que del cuerpo del bicho salía un hilito de humo, como el de una vela que se apaga. El hilito, de un blanco lechoso, subió con lentitud, y tardé unos segundos en notar que llevaba en su tope una especie de escama, o pétalo, o ceniza, del mismo color. Cuando llegó a la altura de mis ojos, la ceniza se detuvo y el humo formó un halo a su alrededor. Una voz de ninguna parte, que tal vez estuviera dentro de mí, dijo:

—Gracias, amigo, por salvarme de este karma miserable.

Sacudí la mano contra el humo, y luego varias veces más, hasta que se disipó. Entonces recordé que era mejor sacarme el zapato, para no ensuciar el piso en otros sitios cuando caminara. También tenía que comer algo.

El viajero del tiempo - Capítulo 3

[18/5/2002]

El viajero del tiempo llega al mundo del futuro
Hoy: La ciudad inestable


Los edificios eran azules, dorados, plateados. Tenían doscientos pisos, hileras de ventanas con arcos y balcones. Y más arriba surgían torres, cúpulas, agujas de acero en vertical, desafiando la capacidad del cuello para doblarse hacia atrás. Entre los edificios, a distintos niveles, pasaban aceras elevadas, calles curvas, puentes de metal. En las aceras, hombres y mujeres de ropas brillantes se dejaban llevar con maletines en las manos. En las calles, burbujas con ruedas se movían rápidamente, en fila india, cambiando de dirección a cada instante. Por encima de todo, un cielo azul y un sol radiante derramaban su dicha sobre nosotros.

El hombre del traje metálico, mi guía, me hizo señas para que lo siguiera hasta el borde de una pequeña terraza en la que estábamos parados. La terraza parecía bastante elevada y no tenía protección visible contra las caídas. Un poco alarmado, dudé en ir hacia él. El hombre sonrió, y sin previo aviso saltó en dirección al vacío.

Algo lo detuvo. Algo invisible, mullido, impenetrable le impidió caer. El hombre del traje metálico pareció absorbido por un gran trozo de goma transparente, que amortiguó el salto y luego lo devolvió a la terraza.

—¿Ve? —me dijo—. Hemos pensado en todo.

Un poco más tranquilo, me aproximé y miré hacia abajo. El vértigo me hizo retroceder un paso, pero luego aspiré hondo y regresé hasta el mismo borde.

Allá abajo había más aceras, más terrazas, más burbujas rodantes de brillos coloridos y movimientos en zigzag. Un kilómetro de altura, dos kilómetros.

—Debe ser la ciudad más alta del mundo —dije, sorprendido.

El hombre del traje metálico rio con franqueza.

—¿Del mundo? —preguntó—. Creo que tendrá más sorpresas aún.

Sin entender a qué podría referirse, lo seguí otra vez, ahora en dirección a un elevador que se veía en el otro extremo de la terraza. Era un cilindro vertical transparente, adosado a la pared de un edificio azulado. Dentro del cilindro había una plataforma que se movía rápidamente hacia arriba o hacia abajo, con un grupo de gente.

En eso estábamos, andando hacia el elevador, cuando de pronto el suelo cedió bajo mis pies. No, no era exactamente eso: era yo, que me había hecho más liviano. El siguiente paso duró una eternidad. Tardé segundos en regresar el piso. Era como estar en la Luna. Y no sólo me ocurría a mí: el hombre del traje metálico, los ocupantes del elevador, la gente de las aceras elevadas, todos parecían sorprendidos por este efecto.

—¿Qué ocurre? —pregunté.

El hombre del traje metálico alzó una mano como pidiendo silencio. En el mismo momento, una explosión apagada, a la distancia, recorrió el aire. Hubo algunos gritos. La gente del elevador descendió y continuó su camino a pie. Miraban hacia lo alto, como esperando algo.

El hombre del traje metálico, muy serio, pulsó unos botones de su reloj pulsera y se lo llevó a los oídos. Escuchó algo, con mucha atención, y luego se dirigió a mí.

—Parece que las sorpresas que le anuncié llegarán antes de lo esperado —me dijo—. ¡Tenemos una emergencia!

No hubo más palabras. Me indicó que lo siguiera sin preguntar, y corrimos hacia un segundo elevador que, oculto tras un pliegue de la pared, estaba vacío. Nos llevó hacia abajo, rápidamente, sin detenciones intermedias. Muy abajo, durante un minuto o más. En el camino hubo otros momentos de inestabilidad, en que nuestro peso se aligeraba o aumentaba. Explosiones en sordina acompañaban esos momentos. Al fin, allí, en las profundidades, salimos a un gigantesco hangar, lleno de cohetes espaciales.

El hombre del traje metálico no me dio tiempo para mirar alrededor. Corriendo, nos dirigimos a uno de los cohetes. Había otros hombres que corrían, soldados. Mi guía se sentó frente a la consola de mandos, pulsó botones, movió palancas. Yo me senté junto a él, frente a un ventanal que nos mostraba el exterior. El cohete avanzó hacia una abertura, más allá de la cual se veían... ¡las estrellas!

Sentado junto al hombre del traje metálico, con la boca abierta por el asombro, no me atreví a hacer preguntas. El cohete salió disparado por esa abertura, volando horizontalmente, hacia el espacio negro y profundo, en una trayectoria curva que poco a poco me permitió ver dónde había estado realmente hasta ese momento.

La ciudad estaba dentro de una cúpula transparente, un globo inmenso, suspendida en el vacío. Era una estación espacial. Como un juguete colgado de hilos en una vidriera oscura y tachonada de estrellas. Allí adentro, en miniatura por la distancia, podía ver los edificios y unas cintas muy angostas que eran calles y aceras. En la parte superior de la cúpula, una luz enceguecedora simulaba ser el sol. Por debajo de los edificios, una gigantesca plataforma metálica que hacía de base y sostén para el conjunto mostraba varias aberturas, por una de las cuales sin duda había salido nuestro cohete. Otros cohetes, decenas, cientos, estaban surcando ahora el espacio a nuestro alrededor, adoptando formaciones de batalla.

Algo era evidente: íbamos a luchar.

Haciendo una pausa en su manejo frenético de los controles, el hombre del traje metálico señaló hacia el lado derecho del ventanal.

—Allá están —dijo—. ¡Es un ataque!

Miré donde me indicaba. Un conjunto de vehículos espaciales formaba un amplio arco a lo lejos. Eran todos negros, y si podía distinguirlos del fondo estelar se debía a las luces que intermitentemente dibujaban sus contornos. Los había de todas las formas: globulares, en estrella, como cigarros, cilíndricos, parecidos a tetraedros... Una palabra tomó forma en mi pensamiento: alienígenas.

—¿Qué es eso? —pregunté—. ¿Quiénes son?

El hombre del traje metálico tensó la cara. El odio le estaba cambiando los rasgos. Respondió con voz dura.

—Los Otros.

(Continuará.)

[18/5/2012]

Este es el último de los supuestos capítulos de una novela "retrofuturista" que no existe. Los dos anteriores:
Aunque no escribí esa novela, y nunca pensé en escribirla, usé el título para otra novela, también "retrofuturista", que sí escribí, y que acaba de publicar el Grupo Editorial Norma: El viajero del tiempo llega al mundo del futuro.

jueves, 17 de mayo de 2012

Lo que decía Gabriel

[17/5/2002]

Hoy encontré una pequeña libreta Norte que estuvo perdida durante un año. La usábamos para anotar las cosas más graciosas que decía nuestro hijo Gabriel.

Empieza en agosto del '98, cuando Gabriel tenía dos años y ocho meses ("Hay que decir palabras lindas: tostada, banana... No palabras feas").

Termina, por ahora, en marzo de 2001, cuando Gabriel tenía cinco años y tres meses ("Anteayer hoy fue pasado mañana").

Ya pasé todo el contenido a un archivo de texto en mi computadora. También hice un backup.

Entre las 65 anotaciones hay muchas que son memorables, la mayoría por motivos personales, incomprensibles fuera de la vida familiar. Tres de las anotaciones son sucesivos y verdaderos Proyectos de Vida:
  • "Cuando sea grande voy a tocar todo, voy a tener el pelo negro como mamá, voy a hacer eso con los chicles, voy a tener los pies grandes, voy a poder hacer upa. Voy a ser electricista también." (23/9/98)
  • "Cuando tenga tres años me van a crecer alitas." (18/11/98)
  • "¿Saben qué quiero ser cuando sea grande? Quiero ser nene." (20/5/2000)
[17/5/2012]

"En la llorería venden lágrimas." (2/5/99)

No sé dónde está la libreta. Por suerte conservo el archivo.

El pescador

[17/5/2002]

Cada mañana, bien temprano, el pescador sale de su casa y recorre los trescientos metros de desierto que lo separan del abismo. Lleva bajo el brazo el rollo de cordel. Se sienta en el sitio exacto de la pesca, entre una roca gris y otra roca gris, sobre una roca amarillenta, y se ata un extremo del cordel a la muñeca izquierda. Saca del bolsillo una bolsita pequeña y casi vacía, cuyo contenido jamás le ha mostrado a nadie, la anuda con cuidado al otro extremo del cordel, y lanza el rollo hacia las profundidades de manera que se vaya deshaciendo. Si la bolsita llega al fondo no lo sabe: asomarse por el borde no significa ver el fondo, hay obstáculos en el medio, hay ángulos y declives que esconden lo que ocurre allá abajo.

El abismo es estrecho. En la superficie, a la altura donde se sienta el pescador, no mide más de diez o doce metros de ancho. Es más bien una grieta, larga y angosta. Se extiende por kilómetros hacia la derecha y hacia la izquierda. Pero este es el único punto donde hay pesca.

A veces, el pescador espera casi todo el día. A veces, cinco minutos. Hay un tirón suave, una señal que tal vez otros pasarían por alto. En cuanto la siente, el pescador empieza a tirar del hilo. Si la pesca es liviana, puede llevar diez minutos recuperarla. Si es pesada, hasta una hora y media. Hay que tirar con cuidado, para evitar los balanceos allá abajo: en otras épocas, con menos experiencia, algunas cosas se habían roto al chocar contra las paredes del abismo.

El pescador no tiene manera de saber qué pescará hoy, o mañana, o pasado. Siempre hay algo. Muchas veces, útil. Si no puede usarlo, vestirlo, comerlo, encenderlo, jugar con él, criarlo, ponerlo en una pared, leerlo, oírlo, nada, entonces lo lleva al pueblo y lo vende en algún negocio.

Cuando la pesca es rápida, el pescador aprovecha el día para dormir. Así puede salir de noche en su camioneta vieja, rumbo a un sitio al que nadie ha conseguido seguirlo. Lo que hace durante esas noches es otro misterio. Vuelve al amanecer, con un fardo oscuro y pesado en la caja de la camioneta, que se apura a meter en el sótano de la casa. Un rato más tarde va a pescar, como todos los días.

Nadie más ha logrado extraer algo del abismo. En ninguno de los puntos de la grieta. Ni siquiera desde la roca amarillenta del pescador, en las raras ocasiones en que el hombre ha faltado a la cita por extrema enfermedad. Gente que ni siquiera sabe del pescador, científicos, han recorrido el fondo de la grieta y la han fotografiado, cartografiado, descripto hasta el cansancio. Ahí sólo hay piedras, es lo que dicen sus montañas de documentación. Tampoco los periodistas han aprendido mucho. Ni los sacerdotes, o los psicólogos.

El pescador sonríe porque jamás contará su secreto. Sólo él sabe que lo importante no es el sitio, ni la actitud, ni la fe. Es la carnada.

Creative Commons

[17/5/2002]

"Cultivating a New Creative Commons: Creative Commons is a non-profit organization founded on the notion that some people would prefer to share their creative works (and the power to copy, modify, and distribute their works) instead of exercising all of the restrictions of copyright law."

[17/5/2012]

Diez años después, es fantástico ver que Creative Commons creció y se consolidó en todo el mundo, incluso en Argentina. Link a las licencias, donde se puede elegir tipo y jurisdicción: creativecommons.org/choose/

miércoles, 16 de mayo de 2012

Por ahí

[16/5/2002]


Camina sin pisar las rayas

[16/5/2002]

Camina sin pisar las rayas. Cruza las calles en línea recta. Se sienta con las manos en las rodillas. Se guarda la basura en los bolsillos. Pide perdón. Pide permiso. Da todos los vueltos. Habla en voz baja. Se acuesta temprano. Tiene documentos. Cierra la puerta cuando va al baño. Cae con gripe una vez por año. Usa edulcorante. Mira las chicas de reojo. Mira libros usados, pero compra nuevos. Usa zapatos. Usa medias. Se afeita. Dejó de fumar. Conoce los nombres de muchos vicios. Puede leer en inglés. Mira televisión. Viajó una vez. Se casó dos veces. Olvida los sueños. Olvidó los sueños. Cierra las cortinas antes de desnudarse. Lleva monedas para el colectivo. Guarda los boletos capicúas. Se ducha. Se corta las uñas. Usa desodorante en aerosol. Silba cuando nadie oye. Habla por teléfono con voz gruesa. Se ríe con todos los chistes. Lee el diario. Llora cuando va al cine. Le gusta el rock. Le gustan las milanesas a la napolitana. Le gusta la primavera. Tiene vergüenza. Va al gimnasio tres veces por semana, dos veces por año. Le gusta que se acuerden de él. Tiene dos hijos. Los quiere. Tiene cinco dedos en cada mano. Tiene un ombligo que nadie más ve. Tiene poco pelo. Tiene dos peines, uno de ellos en el bolsillo. Tiene un manojo de llaves. Se muere.

Los tres avisos

[16/5/2002]

El primer aviso decía: "Con calma que hay tiempo."

El segundo aviso decía: "Ahora a paso normal."

El último aviso decía: "Por tu culpa llegamos tarde."

2002: The Year the Science Fiction Died

[16/5/2002]

2002: The Year the Science Fiction Died (Locus Magazine). "On March 5, 2002, science fiction became 76 years old, and 76 years currently also happens to be the average life expectancy of an American citizen. (...) The generations of readers who were first captivated by science fiction before 1960, when it was primarily a print-based medium, are now collectively reaching an age when their deaths can be expected, and the authors they cherished are collectively in the same position." En los últimos meses murieron, como señala el artículo, Damon Knight, R. A. Lafferty, George Alec Effinger y otros. (Gracias a Marcial Souto por el link.)

[16/5/2012]

Hay que aclarar que, diez años más tarde, y a modo de ejemplo, Ray Bradbury (90 años) y Jack Vance (95) siguen estando.

Fogonazos

[16/5/2002]

Hace unos días, durante la tormenta, mi padre estaba escuchando Radio Cultura y, a la vez, mirando por la ventana del living. En eso, un fogonazo, un cortocircuito descomunal o algo así iluminó la cima de un edificio que está en Juramento y Zapiola, o Juramento y Conesa. Simultáneamente, la radio enmudeció.

Mi padre, desconcertado, se quedó esperando que algo más ocurriera. Pasaron unos veinte minutos. Entonces hubo un segundo fogonazo o cortocircuito o lo que fuera, igual al primero. Y la radio volvió a andar exactamente igual que antes.

Es sabida la leyenda de que la amnesia se cura con el segundo golpe. Pero una antena...

martes, 15 de mayo de 2012

Reírse solo

[15/5/2002]

Cómo me gusta cuando veo, en la calle, alguien que viene riéndose solo. Siente un poco de vergüenza, apunta la cara al piso, trata de reprimir la risa pero se le escapa por un lado de la boca, luego por el otro, sacude sin querer la cabeza, apura el paso, aspira hondo y vuelve a empezar. Después de esto, las otras caras, las que vienen atrás, son todas horribles.

Escalera al infierno

[15/5/2002]

Venía caminando por una callecita de Belgrano, cuando las ganas de ir al baño se hicieron insoportables. Ahí nomás había un boliche medio viejo, medio sucio, medio pobre, aunque con puerta de vidrio, donde nada era anaranjado, verde o rojo, que son los colores de moda en los bares. Así que entré, pensando que en un lugar así no me mirarían con cara rara.

Enseguida me inundó el olor a grasa. A las once y media de la mañana ya era un olor infeccioso. Lo menos que transmitía era la peste negra. Pero ya no podía elegir, estaba lanzado, mi vejiga había quemado las naves y sólo permitía seguir en una dirección.

En estos casos soy muy amable:

—Buenos días —dije—. ¿Puedo usar el baño?

Al otro lado del mostrador había un hombre al que nunca le compraría nada comestible. Tenía ojos desconfiados, y se protegía del mundo inclinado hacia adelante, con un codo apoyado en la madera y la mano contraria en la cintura. Llevaba sin dignidad una operación en el labio superior, donde la barba no crecía, al menos no tanto como en el resto de la cara. Había unos dientes por ahí, en algún sitio, y era mejor desviar la vista hacia otro lado.

El especialista en grasa me miró de arriba abajo, ladeó la cabeza con esa expresión justa que yo había tratado de evitar, y terminó sacando la mano de la cintura para hacer un gesto displicente hacia atrás. Al mismo tiempo dijo esta frase inolvidable:

—Por la escalera al infierno.

Miré hacia donde había señalado. Curiosamente, sólo había una escalera hacia arriba, y, al lado, un cartel que decía "Baños" y tenía una flecha que apuntaba en la misma dirección que la escalera.

—Gracias —dije, mientras me alejaba del codo, los dientes y la grasa.

Así que el infierno queda hacia arriba. Los escalones eran de madera, no estaban nada mal. Hasta crujían cuando pisaba. Tras una curva, en realidad un giro de ciento ochenta grados, quedó a la vista una terraza despejada, de baldosas rojas impecables, y más allá los edificios de enfrente, el rompecabezas de ventanas y balcones. Los baños estaban a la derecha.

La vejiga no me dejó satisfacer mi curiosidad con la terraza. Me hice a un lado para dejar pasar a un hombre que bajaba (cuya expresión debió indicarme algo sobre lo que estaba por venir, pero no soy tan bueno leyendo expresiones), y seguí adelante.

No había luz en el baño, excepto la que venía de la puerta entreabierta. Se vislumbraba el mingitorio, eso sí, lo suficiente como para no desistir de la tarea. Di un paso largo hacia la oscuridad. Splash. Ahí se me hundió la zapatilla en el infierno, que resultó ser acuático.

Hice lo que había que hacer, sin voluntad, por obligación. Bajé las escaleras. Agradecí otra vez a esos ojos que sospechaban de mi. Salí del bar. Seguí mi camino por esa calle, sin mirar atrás, convencido de que mi pie derecho iba dejando una hilera de huellas amarillentas.

El clima II

[15/5/2002]

Debo reconocer que me equivoqué con el clima. Está más fresco, agradable, no tan húmedo. Nublado y lindo, con algunos retazos de azul en lugares imprevistos. Hasta es posible que alguno de estos días empiece el otoño.

Escribir

[15/5/2002]

Escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir. Trabajar.

El clima

[15/5/2002]

El clima no podría estar peor. Ayer llovió inmensamente, de un modo horrible, a distintas horas del día, de tal manera que era imposible no pensar en inundaciones, evacuados, escuelas pobres, mantas, angustia ("chicos despiertos toda la noche", dijo mi mujer tan inspiradamente). Y al mismo tiempo la temperatura llegó casi a los treinta grados. Estábamos todos húmedos en los sitios más molestos, más inconvenientes. Por momentos casi había sol, o mejor dicho esa simulación patética de nubes que produce a nuestros pies una sombra que no lo es del todo, sino más bien un aura apenas más oscura que el resto. Y luego vuelta atrás, más nubes, más lluvia, nuevos matices de gris oscuro en el cielo que ni siquiera tenían formas graciosas.

Hoy está un poco más fresco, lo bastante para salir con pulóver a la mañana temprano pero caerse de calor un par de horas después. Es otra trampa, ya sé. La temperatura va a seguir subiendo, como la humedad, vamos a sudar, se nos va a pegotear el pelo, vamos a sentir las medias encoladas a los pies. La gente nunca mira tanto hacia arriba como en días así.

Todavía se molestan en declarar alerta meteorológico. Podrían hacer al revés: avisar en unos años, o siglos, cuando el alerta ya no sea necesario.

Me levanto

[15/5/2002]

Me levanto a eso de las siete menos cuarto. Voy al baño. Me lavo la cara. Me pongo los lentes de contacto. Me cepillo los dientes. Voy a mi oficina, que es la habitación que está justo frente al baño. Con la única luz del monitor, veo la temperatura en Clarín, donde siempre anda mal. Luego veo la temperatura en La Nación, donde siempre anda bien. Vuelvo al dormitorio. Le digo buenos días a mi mujer, cuyo despertador suena a las siete menos diez. Mi mujer hace algún gesto vago e intenta responder sin mucho éxito. Le aviso qué temperatura hay. Le pregunto si va a desayunar café y tostada. Me dice que sí. Voy al living a abrir las cortinas. Como todavía es de noche, prendo la luz. Una de las cuatro lamparitas está quemada. Entro a la cocina. Tomo mis pastillas de la mañana. Hago el desayuno. Leche con Nesquik para Gabriel, un minuto de microondas, pero la saco unos segundos antes para que no se caliente tanto. Tortilla dietética de manzana con clara de huevo para mí, dos minutos de microondas. Tostada de pan integral para mi mujer, con la tostadora entre el tres y el cuatro porque va con otra tostada, que tal vez algún día Gabriel se decida a comer. Dos cafés grandes, instantáneos, con edulcorante. Saco la mermelada y la manteca de la heladera. Pongo dos servilletas de papel, porque Gabriel no usa. Voy al dormitorio de mi hijo a despertarlo. Le hablo, le acaricio la espalda. Levanto la persiana, aunque en esta época del año es todavía de noche. Me siento en el borde de su cama. "Hola, Gabriel, buen día. La leche está lista. Hay que levantarse para ir temprano a la escuela." Mi hijo responde apenas. Luego un poco más. Luego otro poco más. Para entonces mi mujer ya está en el baño. Ayudo a Gabriel a ponerse de pie y a enfilar hacia la puerta. Tambaleándose, va al baño chico. Me siento en la mesa del living. Revuelvo otra vez la leche con Nesquik. Viene Gabriel, la toma de una vez, sin parar, y se acuesta en el sofá. Tomo un trago de mi café. Como unos bocados de mi tortillita de manzana. Viene mi mujer, nos saluda a los dos y se sienta frente a mí. Nada de esto es feo ni aburrido; más bien, resulta tranquilizador. Mi rutina favorita. A partir de ahí no siempre es igual, ya es posible que haya variantes.

El rayo de sonido

[15/5/2002]

A las seis y media en punto de la madrugada suena mi radio-reloj despertador: hay un rayo de sonido que se interrumpe de inmediato cuando lo intercepta el rayo de mi brazo derecho para fulminarlo de un golpe. La radio está sintonizada en cualquier estación, eso no me importa: lo que importa es el ruido, cada día diferente, que debe lograr devolverme a esta tierra de lágrimas.

El sonido fugaz, el rayo que todo lo atraviesa, toma formas curiosas. "Ten de la", se oye, o "co que los m". O música: "Clin clin cl", "tap ta-tap t", "ove you mo". A veces me queda la intriga de qué estaría pasando, pero es tarde: la palabra interrumpida, la frase musical, se fueron para siempre. Luego me olvido tan rápido como de un sueño.

Turnarse

[15/5/2002]

Para todo hay que turnarse con esa otra persona. Para lo bueno y lo malo. Así, uno se distancia poco a poco de las cosas, porque las buenas no están disponibles cuando uno las quiere, y las malas atacan cuando uno no las quiere. La vida se va de las manos.

Pasatiempos de insomnio

[15/5/2002]

Mi radio-reloj despertador, de día, es un aparato estúpido que permanece sentado en la mesa de luz, sin hacer nada excepto guiñar esos números rojos a los que nadie presta atención. De noche, en cambio, tiene entidad, es denso, se impone. En la oscuridad, sobre todo durante las noches de insomnio, los números rojos se hacen grandes y me invitan a incorporarlos a la imaginación. Así, siempre estoy inventando algún nuevo pasatiempo que los tiene de protagonistas.

Por ejemplo, suelo esperar a que cambie el minuto, y entonces cuento rítmicamente hasta sesenta, tratando de acertarle al próximo cambio. La primera vez es imposible, pero uno aprende: yo suelo ir demasiado lento, de manera que el salto me sorprende, digamos, por el cincuenta y dos. Entonces apuro un poquito, uno, dos, tres. Y llego a sesenta y cuatro antes de que pase nada. Nuevo ajuste: uno, dos, tres, cuatro. Cincuenta y ocho: me voy acercando. En algún momento el juego acaba solo; no es que me duerma, sino que me distraigo, alguna otra parte de mi consciencia toma el control y abandona los números por un rato.

Otro pasatiempo surge cuando encuentro que los números forman alguna simetría. No necesariamente un número capicúa, como 23:32. Más interesantes suelen ser las simetrías de las rayitas que forman los números. Por ejemplo, 22:55, que en mi reloj es un dibujo simétrico. Entonces me pregunto: ¿cuántas veces en las 24 horas se da un dibujo así? Trabajosamente pienso la respuesta, la encuentro, la compruebo en mi cabeza y siento una satisfacción efímera, algo triste.

(En esto es importante tener en cuenta que mi reloj no muestra un cero delante de la hora, cuando la hora es menor que diez. Así, después de las 23:59 se presenta una especie de catástrofe, un cambio de dimensiones geológicas, porque todo salta a 0:00.)

Se me han ocurrido otros trabajos para hacer mentalmente: ordenar los números por la cantidad de rayitas que los forman; emparentar aquellos que se convierten unos en otros con sólo cambiar una rayita, o dos, o tres; descubrir qué hora u horas del día requieren la mayor cantidad de rayitas, y qué hora u horas requieren la menor. Las soluciones son triviales, pero en esos momentos de la noche, cuando lo único visible son las figuras rojas, alargadas, terminadas en puntas como de lápiz, consigo un momento de calma en que el mundo parece simple y controlable.

[15/5/2012]

Sigo usando el mismo aparato, aunque con el tiempo los pasatiempos fueron variando. Por ejempĺo, a fines de 2006 me dedicaba a sacarle fotos.

lunes, 14 de mayo de 2012

Fantasmas

[14/5/2002]

Otra vez llueve. Van a ser las siete, es de noche, y hay fantasmas tras las cortinas cerradas en las ventanas con luz. Movimientos difusos, gente que lleva una vida importante ahí a escondidas, y yo sólo percibo el lado de atrás de una sombra.

Lamparitas y ganchitos

[14/5/2002]

Cambio las lamparitas y se queman otra vez. Las cambio. Se queman. Las cambio. Vuelven a quemarse. Esto ya pasaba, todo el tiempo, en donde vivía antes, pero el nuevo departamento me dio unos meses de tregua. Ahora ya me conoce lo suficiente.

Hoy compré lamparitas en una ferretería distinta. El ferretero reemplazó de un modo simple el proceso irritante de sacar cada lamparita de su caja, probarla en un portalámparas, volver a ponerla en su caja, etcétera. Primero abre las cajas sobre el mostrador, de manera que las lamparitas muestren lo que no puedo menos que llamar el culo. Luego acciona un interruptor, toma dos cables y se los apoya por turno a cada lamparita, haciéndole emitir un brevísimo destello de angustia.

Este ferretero es el mismo que el otro día me asesoró muy bien sobre tarugos y ganchitos para colgar cuadros. Me vendió los tarugos más chicos, aptos para pared de ladrillo hueco, y unos ganchitos en ele. Pregunté por qué en ele y no curvos, y me explicó de buena manera que los curvos mantienen los cuadros más alejados de la pared. Acepté la explicación, que luego resultó correcta. Los tarugos y ganchitos no alcanzaron (y de esto ya escribí antes), así que hoy fui a comprar más. Otros diez. "Como los del otro día", dije. "¿Cuáles eran?", preguntó el ferretero, que recordaba casi todo pero no fotográficamente. "Unos dorados, los más chicos, creo." Sin dudarlo, trajo una caja y la abrió: estaba llena, repleta, rebosante de ganchitos curvos. Le recordé que me había recomendado unos en ele. "Ah, cierto", dijo. Fue y trajo la otra caja, casi vacía. Me fui con los mejores ganchitos en el bolsillo, dejando al ferretero arrepentido con su caja llena de ganchitos malos, sin saber qué cuernos hacer con ellos.

Mail de Iván

[14/5/2002]

Me escribe Iván Skvarca: "Por cierto, de Morente te recomiendo también, y muy enfáticamente, Omega, el disco y en especial la canción. Son versiones de temas de Leonard Cohen y también poemas de Lorca. 'Omega' me hace acordar a 'Ederlezi', el tema de Goran Bregovic. Será lo gitano."

Iván tiene, además de un gran gusto musical, un sitio sobre juegos de ingenio que se destaca por contenido y por diseño. Conjunción poco frecuente en estos tiempos.

[14/5/2012]

Juegos de Ingenio, el sitio de Iván, sigue en pie y creciendo. Ya no en Geocities, que Yahoo destruyó a la manera de los grandes imperios, sino en su propio dominio: juegosdeingenio.org.

Mudanza, hecha

[14/5/2002]

Entre el ítem anterior (el post, en la jerga) y este ocurrió el cambio. Ahora La Mágica Web está construido con Movable Type. Algo que todavía tengo que arreglar: los links permanentes, que cambiaron. En los casos en que un ítem (sí, sí, se dice post) señala a otro, ese link por ahora no funciona.

Mudanza, anunciada

[14/2/2002]

Estoy por sacar este weblog del abrigo protector pero caprichoso e inconstante de Blogger, para pasarlo a la promesa encendida y glamorosa de Movable Type. Si después de eso la vida continúa no será para creer en milagros, pero casi. (El lector no debería notar diferencias de peso, excepto tal vez la posibilidad de hacer comentarios públicos a cada ítem. Cosa que todavía no estoy seguro de agregar.)

[14/5/2012]

Agregué la posibilidad de hacer comentarios, por supuesto. Fue un cambio enorme: se ve porque inmediatamente vinieron a comentar los compinches "bloggers" que ya tenía (sus comentarios están abajo). Aunque todavía siguiera diciendo "ítem" en vez de "post".

Con el tiempo, Movable Type cayó en desgracia, y surgió la estrella prodigiosa de WordPress.

Ahora, por supuesto, estoy volviendo al abrigo protector, ya no tan caprichoso ni inconstante, de Blogger.

Olor

[14/5/2002]

¡Blasfemia! Me gusta el olor de mis zapatillas sudadas y pegajosas. Sólo el de las mías, claro. Hay millones de zapatillas que odiaría tener que oler. Ahí está. Lo escribí. Qué tanto.

[14/5/2012]

Supongo que no era todo mérito de mis pies, sino también de la marca de zapatillas. Acabo de probar con las que tengo puestas, que son otras muy distintas, y no me gustó.

Pizzería

[14/5/2002]

Llamó a la pizzería para pedir una grande, mitad roquefort y mitad atún. Se le ocurrió que podía decir:

—Que la mitad de atún sea la de arriba.

Pero no lo hizo, temiendo que lo tomaran por loco. Entonces pensó en agregar:

—Que la mitad de roquefort sea la de la izquierda.

Y tampoco lo hizo, temiendo que lo tomaran por idiota.

Cuando colgó, la vida era un poco más triste. Igual, la pizza estuvo deliciosa.

Reportaje a Enrique Morente

[14/5/2002]

Reportaje a Enrique Morente, el gran cantaor, en el diario El País. El hombre tiene por escrito casi la misma gracia que cantando. (Gracias a Marcial Souto por el link.)

[14/5/2012]

Morente responde sobre la "piratería" (con eje en la venta de discos piratas en la calle, no es de Internet que habla):
P. El otro asunto caliente es la piratería.

R. También es delicado, y también afecta más a los músicos que a nadie. La industria tendrá que inventar otro sistema, pero mientras tanto la cuerda se romperá por el sitio más débil. Por otro lado, aceptar que los inmigrantes vendan en mantas es absurdo. Mejor darles trabajo y que vendan en tiendas. Pero es la pescadilla que se muerde la cola. Las compañías han inventado los cacharros que sirven para grabar. ¡A ver si ahora vamos a querer que los cacharros no funcionen, que se rompan al grabar un CD y la gente tenga que comprarse diez aparatos al mes! ¿Y así lo que pierden con la música lo ganan en tornillos? En fin, es una cosa seria y hay mucha gente afectada, pero pedir al público que no compre y al vendedor que no venda... Eso no se le ocurre ni al que asó la manteca. Luego hay otra cosa. En una época, grabar un disco de flamenco era una odisea, un milagro. Mucha gente de generaciones anteriores se quedó sin grabar. Ahora te lo puedes hacer en casa. Así que la piratería es un mal, pero un mal menor. Seguramente hay problemas más serios que resolver, como el que tiene Palestina con ese bárbaro del gorrillo, que demuestra una vez más que estamos vivos de milagro. Aunque es verdad que si lo de la piratería no se resuelve, yo me veo en el Rastro con mi manta. O vendiendo mantas a los de la manta.

domingo, 13 de mayo de 2012

Más recortes

[13/5/2002]

Ahora no podemos parar. Seguimos plegando papeles y recortándolos, como hicimos ayer. Salen cosas así:


Mail de Luisa

[13/5/2002]

¿Qué hago con tanta irrelevancia?, pregunté hace unos días, como introducción a una catastrófica serie de cuestiones sin resolver. Me contesta Luisa Axpe:
Hace ya un tiempo descubrí, no sin ayuda, que a mí me dan más trabajo las cosas que no hago que las que hago. Y sí; cuando todo se acumula en un montón desordenado de obligaciones y problemas como goteras y conflictos y declaraciones juradas y dentistas no visitados y facturas impagas y libros no escritos, el peso se vuelve en contra de las ganas de sacárselo de encima: pesa tanto, que ni para eso podemos movernos. Pero no hay que dejarse engañar. Somos mucho más fuertes de lo que creemos. Siempre se puede encontrar una salida. Hay trucos. Yo suelo ponerlos en práctica, aunque luego de un tiempo los olvido y llega un momento en que me quiero bajar del mundo. Hasta que, mágicamente, vuelvo a recuperar la memoria, y los descubro nuevamente. Algo tan sencillo como, por ejemplo, hacer UNA sola de todas esas cosas. No importa cuál; llega un momento en que todo está en el primer lugar de tu lista de prioridades. Elegí al azar, la que te resulte más fácil. Vas a ver cómo, apenas vuelvas de pedir turno con el oculista, por ejemplo, todas las otras cosas se van a alinear educadamente, una detrás de la otra (no pretendas conocer el lugar de cada una) y van a esperar pacientemente aunque te tomes todo el tiempo necesario para seguir. Automáticamente te vas a sentir mucho más liviano, el mundo se pondrá de color celeste o rosa (según el género) y vas a escuchar una canción de Elton John. Bueno, estas dos últimas sensaciones son optativas.

Hace poco me pasó. Desde febrero debía ir al dentista y al oculista, hacerme una ecografía, un análisis de colesterol y dos chequeos distintos, más adelante llevar a la gata al veterinario y un sinfín de tareas más. Todos los días pensaba "mañana". Hasta que un día no pensé, fui a pedir turno para la ecografía. Salí del laboratorio con una sensación de euforia, sintiéndome una heroína (la proximidad de "euforia" y "heroína" es una simple coincidencia). Inmediatamente me cambió el humor. Claro, hay algo que no te puedo transmitir: qué me llevó a dar el primer paso. Quizás fue, como te dije antes, haber recuperado la memoria. Ja, como si fuera tan fácil. Si fuera así, escribiría libros de autoayuda. Hace falta un poco de magia. Y para eso, confío en vos. Sólo te pido un favor: no dejes de escribir, en la weblog o como sea. En cuanto al destornillador, qué sé yo, ponelo en el cajón de los cubiertos.

Mi primo y yo

[13/5/2002]

Creo que el chiste del cura miope me lo contaba mi primo José Luis, allá en la casa de mi abuela, cuando era su casa y ya no la mía. Yo tenía doce o trece años, él catorce o quince. Oíamos Revolver, de los Beatles, que acababa de salir. Mi primo puso el disco un día y me explicó qué buena era la canción esa de George, la que decía "Let me tell you how it will be, it's one for you, nineteen for me".

—Hacen el riff de tres formas distintas —me dijo mi primo, entre otras cosas sorprendentes. Sólo que entonces no se decía riff. No recuerdo cómo lo dijo él.

También me hizo ver de qué manera "I'm only sleeping" parecía que terminaba pero no, no, nada de eso, era como un chiste, seguía soñolientamente hasta que otra vez hacían el mismo truco y uno caía de nuevo como un gil.

Y estaba esa línea de violín, esa escala ascendente en Eleanor Rigby, que para mi primo era "un sueño", y para mí también.

Lo cuento con la sensación curiosa de que estábamos haciendo historia. No sólo ellos, los cuatro dioses, nosotros también hacíamos historia al oírlos tan frescos, tan nuevitos, tan ignorantes del futuro.

Me llevó muchos años reconocer en ese disco lo mejor de los Beatles. Siempre preferí Sgt. Pepper, del que tuve un ejemplar antes que mi primo.

Recortes de papel plegado

[13/5/2002]

Ayer estuvimos los tres, mi hijo, mi mujer y yo, haciendo recortes de papel plegado, como este:


O este:


Hasta que Gabriel puso el punto final agregando un poco de marcador a uno de sus recortes menos convencionales, y obtuvo este pez en el agua:


(Les puse fondo negro al escanearlos para que se vean mejor.)

Dogs's diary, cat's diary

[13/5/2002]

Excerpts from a dog's diary - Excerpts from a cat's diary (gracias a Patsy).

[13/5/2012]

El link de arriba no anda. Pero el texto está por todas partes. Por ejemplo, acá. Hay otra versión.

How To Write Good

[13/5/2002]

How To Write Good.

Lluvia

[13/5/2002]

Desde atrás de mi ventana veo una cortina de agua que cae sobre la ciudad, una catarata que casi oculta los edificios que están a cincuenta metros. Hay verdaderas olas en la catarata, ráfagas más opacas que se alternan con otras. No suenan bocinas como hace unos minutos, cuando llovía poco y el tránsito se movía a paso de tortuga que jamás oyó hablar de la liebre. Con semejante lluvia, la gente entiende que la impaciencia es inútil.

En el edificio de enfrente, del que veo el costado, una pared enorme de ladrillo descubierto, hay una ventanita muy chica con la luz prendida. Es la única luz de toda esa pared. Queda a unos diez metros por encima de mí. Parece un faro en medio de la tormenta.

Un chiste de mi infancia

[13/5/2002]

Me acuerdo de un chiste que se contaba en mi infancia, con un cura muy miope como protagonista. Se le habían roto los anteojos, de manera que durante la misa luchaba por descifrar lo que decía el libro litúrgico. En cierto momento se inclinó sobre el libro, arqueó las cejas, torció la cara en una dirección y la boca en la otra. Finalmente, con un toque de escepticismo, dijo:

—Y ahora, hijos míos, siete monos.

El silencio que lo recibió, la ausencia de movimiento, le hicieron pensar que algo estaba mal. Trató de ajustarse los anteojos inexistentes, se inclinó más, torció la cara en la dirección contrara y aspiró hondo. Leyó:

—Y ahora, hijos míos, setenta monos.

Un murmullo suave, como el mar a lo lejos, sustituyó el silencio. El olor salino del aire no se debía al mar, sin embargo, sino al sudor del pobre cura miope que, se daba cuenta, estaba empeorando las cosas. Volvió a intentarlo. Con la nariz pegada al libro, la cabeza dolorosamente de lado para permitir que algo de luz llegara a las letras, insistió:

—Y ahora, hijos míos, setecientos monos.

El murmullo creció algunos decibeles, como controlado por un adolescente con el potenciómetro en sus manos. El cura supo que todo andaba mal. Movió un poco el libro para que la luz le diera mejor, apartó un poco los pies, hipotecó lo que quedaba de su espalda inclinándose hasta que el ojo más sano le quedó a un centímetro de las letras huidizas. Entonces suspiró de alivio. Se elevó suavemente y, sabiéndose dueño otra vez de la situación, exclamó:

—Y ahora, hijos míos, sentémonos.

(...)

Y hay otro de curas, muy corto, que me contó Douglas hace unos años.

—¿Usted está de acuerdo con que los curas se casen?

—Y... Si se quieren...

sábado, 12 de mayo de 2012

Acertijos con letras

[12/5/2002]

1. ¿Cuál es la letra que ríe?

2. ¿Qué letra se toma?

3. ¿Qué letra hace el ojo?

4. ¿Cuáles son las letras de los borrachos?

*

Soluciones:

1: Ge. 2: Te. 3: Ve. 4: Ese y doble ve.

Instalación

[29/5/2002]

Si me dedicara a la plástica, haría la siguiente instalación.

Pondría una vitrina de entomólogo, gigantesca, y en la vitrina cientos, tal vez miles, de chicles masticados, de toda clase, sabor, procedencia, cada uno pinchado como un insecto. Habría chicles grandes y chicos, descoloridos, rojos, amarillos, lilas, azules, usados para hacer globos o no, muy gastados o no, aplastados por un pie o no, con marcas de dientes o hechos bolitas.

Junto a cada chicle un mapa indicaría en qué región del mundo se lo puede encontrar. Y una etiqueta daría precisiones, por ejemplo "Beldent fresco sabor a frutilla. Origen: Argentina. Ingr.: Sorbitol, Goma Base, Jarabe de Manitol", etc.

En la base de la vitrina pondría una lluvia de envoltorios, como pieles o caparazones descartados.

Lástima que no me dedico a la plástica.

Se arruinó el clima

[11/5/2002]

Finalmente se arruinó el clima. Está lloviendo fuerte, hay truenos, el cielo tiene un color gris de novela mala. Todavía no hace frío, pero eso tiene que llegar tarde o temprano. Abrí un poco la ventana: se oye ese ruido tan raro que hacen los autos cuando andan por una calle mojada, esa especie de raspado. A fuerza de caer y arrastrar el mundo consigo, la lluvia desdibuja los edificios más lejanos (desde aquí, doscientos metros).

Hoy tenía que llover. Había demasiados motivos. Para empezar, la primavera de la semana pasada no podía seguir adelante, era demasiado. Y ayer, con veintiséis grados y más humedad que los días anteriores, las señales del fin estaban dadas. Incluso, ayer, miré con deseo el acondicionador de aire. Pero no, es mayo, cómo puedo pensar en el acondicionador de aire.

Otra razón para la lluvia es que hoy tenía planeado ir al Parque Rivadavia. No voy nunca, pero hoy iba a ir. Habíamos pensado en tres planes alternativos: el de máxima nos incluía a mi mujer, a mi hijo y a mí; el intermedio dejaba a mi mujer durmiendo plácidamente y nos tenía sólo a Gabriel y a mí recorriendo libros y discos; el de mínima, en caso de portentosa fiaca de todo el mundo, sólo a mí. Hasta ayer, creí que iba, en cualquier caso. Bueno, me equivoqué.

La tercera razón, poderosa, es que ayer, finalmente, empezamos a colgar los cuadros en el nuevo departamento. Hace catorce meses que estamos en el "nuevo" departamento, y hasta ahora no lo habíamos conseguido. Hubo un pequeño malentendido antes de empezar. Yo decía que pusiéramos "muchos" cuadros, mi mujer decía que pusiéramos "pocos". Entonces, como es lógico, fui a comprar "pocos" tarugos y ganchitos: traje diez. Un rato más tarde, con los cuadros apoyados en el piso por toda la casa, mi mujer me aclaró que por "pocos" ella entendía unos veinte. Para mí, veinte eran "muchos". En total, vamos a poner diecinueve, pero sólo diez están ya en sus paredes respectivas.

Ahora llueve un poco menos. En el entramado de alambre que cierra el balcón se forman gotitas blancas, en ristra como las luces que venden para los arbolitos de Navidad. Aparecieron matices en el gris de las nubes: sobre la parte oscura se va extendiendo otra más oscura. Es así, acá todo se hace con estilo.

viernes, 11 de mayo de 2012

Respuestas

[11/5/2002]

Jorge Varlotta se tomó el trabajo de despejar todas mis dudas, contestar todas las preguntas en cadena que hice el martes pasado:
>¿Qué hago con tanta irrelevancia? ¿Qué hago con la ansiedad?

Yoga.

> ¿Qué hago con el trabajo pendiente que no quiero hacer?

No lo hagas.

> ¿Qué hago con los recuerdos, los desacuerdos, los terremotos que no llegan a la superficie?

Haceles espacio-tiempo.

> ¿Qué hago con el ruido de martillazos?

Depende de dónde venga.

> ¿Qué hago con las lamparitas quemadas?

Tiralas. Tratá de conseguir unas alemanas, sobrevoltadas, que duran mucho.

> ¿Qué hago con el polvo de los libros?

¿Por qué tendrías que hacer algo?

> ¿Qué hago con la campera que perdió mi hijo en la escuela?

Un sopapo al nene.

> ¿Qué hago con la necesidad de ir a la peluquería?

Si es una necesidad psíquica, andá a la peluquería. Si es por el pelo largo, que te lo corte tu mujer. A mí me lo cortan las visitas.

> ¿Qué hago con la vieja colección de Investigación y Ciencia?

A la basura.

> ¿Qué hago con la novela que quiero y no quiero publicar en la Web?

Mandala primero a todas las editoriales.

> ¿Qué hago con la pileta tapada?

Llamar al destapador de piletas.

> ¿Qué hago con las fotos que están en álbumes demasiado viejos?

Escanealas.

> ¿Qué hago con las fotos?

¿Por qué tendrías que hacer algo con las fotos?

> ¿Qué hago con los papeles que se amontonan en el escritorio hasta caer sobre el mouse como un alud de reproches?

Poné una papelera al lado del escritorio y andá tirándolos.

> ¿Qué hago con este destornillador que está aquí desde hace una semana?

Ponelo en el lugar donde se guardan los destornilladores.

> ¿Qué hago con los anteojos de leer que se rompieron?

¿Dónde se rompieron? Si son los cristales, tendrás que cambiarlos. Si no, se arreglan con alambre o cinta.

> ¿Qué hago con el reloj que se rompió?

Tiralo.

> ¿Qué hago con el cargador de celular que no aparece?

Si no aparece, no podés hacer nada. Y mientras podés ir pensando en no usar celulares -esa forma aberrante de esclavitud.

> ¿Qué hago con el texto que me encargaron mis viejos compañeros de colegio?

Deciles que no estás para escribir pavadas.

> ¿Qué hago con las dudas?

Mantenelas vigentes a toda costa.

>¿Qué hago con la falta de energía?

Yoga.

> ¿Qué hago esperando?

¿Esperando qué?

> ¿Qué hago escribiendo?

Comunicás tu alma con otras almas; es importante.

> ¿Qué hago que no haya hecho antes?

Eso, no lo puedo determinar. Necesitaría un currículum exhaustivo.
[11/5/2012]

Ah, si todo fuera tan fácil.

Las preguntas están acá en MW+X.

Þü€Ðõ €$©®îßî®

[11/5/2002]

"Þü€Ðõ €$©®îßî® £õ$ /€®$õ$ (/)á$ †®Ã®$†€$ €$†@ ñõ©h€, €$©®îßî® Þõ® €j€(/)Þ£õ £@ ñõ©h€ €$†á €$†®€££@А@ ¥ †î®î†@ñ @zü£€$ £õ$ @$†®õ$ @ £õ £€jõ$.

"Eso fue escrito en Notepad2001, un programa que parece danés o sueco o qué sé yo (el menú está todo en ese idioma que no identifico). Tiene un .ini que podés modificar manualmente, para que en lugar de los caracteres comunes escriba los que vos elijas, al apretar esas teclas.

"Espero que puedas leer las líneas superiores de este mail." (Jorge Varlotta)

Actualización: "Me acordé de un programita que tengo, el Lextek Language Identifier (www.lextek.com). El idioma del Notepad2001 es: sueco." (Jorge Varlotta)

[11/5/2012]

Cada tanto lo de arriba vuelve a circular. Hace poco lo vi en Facebook como si fuera nuevo.

Tanta primavera

[11/5/2002]

Dejo constancia de que llegó el fin de semana y el clima no se arruinó. Con tanta primavera deberíamos sentirnos compensados. ¿Alguien tendrá estadísticas sobre estos fenómenos?

[11/5/2012]

Diez años después es viernes. El clima se arruinó ayer. Hoy está mejor, más bien fresco. Pero estos días hubo otra vez mucha primavera. Sigo sin saber dónde habrá estadísticas al respecto.

jueves, 10 de mayo de 2012

Un vicio de escritura

[10/5/2002]

Empiezo a notar un vicio en la forma en que escribo. De pronto dejo que un comentario marginal interrumpa el tema en que estoy y se desarrolle de un modo exagerado, arrastrándose por varias líneas, como una ola gigantesca, un maremoto, un (¿una?) tsunami que se lleva por delante la mayor parte del texto, arrastrando consigo enumeraciones, listas, metáforas, incontables restos de naufragio de otros pensamientos, otras ideas, otros comentarios que tal vez nunca llegué a anotar, o que ni siquiera lo merecían, de manera que en de pronto cuesta seguir el hilo, cuesta rebobinar hasta el momento en que empecé y creía saber dónde iba, como si estuviera queriendo reescribir a Machado para afirmar que "caminante no hay laberinto, se hace laberinto al andar", y al fin y al cabo así estamos, y aquí llegamos, y estoy buscando la manera de poner un punto.

Harry Potter V

[10/5/2002]

Rowling still at work on next Harry Potter book (CNN). "The fifth installment in the wildly successful series of novels about the teen-age wizard and his friends had been expected to fly into stores this summer, but a spokeswoman for J.K. Rowling said Thursday that the author is unlikely to finish writing before the end of the year."

Sin ironía, ni cinismo, ni sarcasmo, es una verdadera pena. Soy fan de los libros (pero odio la película).

[10/5/2012]

Como ya sabemos aquí en MW+X, los viejos links de CNN no funcionan, ni uno solo.

Finalmente, Harry Potter and the Order of the Phoenix salió el 21 de junio de 2003. Cómo hubo que esperar.

Donde dice "odio la película", tras los años debe decir "odio las películas" (en general, aunque ya no tanto, ni tanto como la primera; tampoco las vi todas).

Misterio

[10/5/2002]

"Siempre será un misterio para mí comprender cómo se puede tener contactos episódicos, no solamente con los hijos que están lejos o cerca, sino con otras personas, de nuestra familia o de nuestra amistad, o con personas especialmente conocidas o no, y observar que la calidad del vínculo se mantiene inalterable más allá del tiempo y del espacio."

De Nadakedecir, donde cada día se dice bastante. El post es de ayer (qué tal, me estoy acostumbrando a usar la palabra post). Tal vez más tarde, o mañana, esté el link permanente: en ese caso lo voy a poner.

[10/5/2012]

Nadakedecir sigue en pie, constante y sin abandonos. Impresiona. El post de hoy: "Para que un dato estadístico parezca serio debe tener por lo menos dos decimales."

Alinkesia

[10/5/2002]

"Alinkesia: mutación que padecen los parches [posts] publicados sin enlaces."

"Bloggerragia: ataque de renglonitis."

"Renglonitis: exceso de líneas en los parches."

"Blogspot: cielo de las bitácoras proletarias."

"Templatitis: cambios convulsivos en los templates."

"Bloggerexia: trastorno de los parches escuetos en exceso."

"Hackeka: dolor de cabeza que te produce no encontrar el crack."

De Trafalgar Sur, donde hay más. El link permanente a este ítem, por el momento, no funciona: habrá que buscarlo a mano; es del lunes 6 de mayo.

[10/5/2012]

Trafalgar Sur ya no existe, y su contenido se perdió en la historia. La prueba es que si uno busca "alinkesia" en Google el único resultado relacionado con esto es la Mágica Web.

Es curioso el uso de la palabra "parche" por "post". Y yo insisto con decir "ítem".

El virus Klez

[10/5/2002]

El virus Klez, de moda en estos momentos, se caracteriza por elegir dos direcciones de email de la máquina infectada y enviarse a sí mismo a una de ellas, usando la otra como remitente. Pero su inteligencia no es abrumadora, como se verá en un momento.

Resulta que el servidor de estas páginas tiene un sistema antivirus. Cuando detecta un mensaje viral lo bloquea y envía un aviso al destinatario. Ayer este amable aparato me hizo saber que había "detectado un Virus en el e-mail para boletin@imaginaria.com.ar, de parte de boletin@imaginaria.com.ar , con asunto: Worm Klez.E immunity". (Esa dirección es la que utilizamos para nuestro sitio Imaginaria.)

miércoles, 9 de mayo de 2012

Cambio

[9/5/2002]

—Cambio.

—Cambio.

—Cambio.

—Cambio.

El sonido cuadrafónico era producto del conjunto de arbolitos, un bosque en realidad, que se había reunido en la esquina. Como suelo ser tan metido, le dije a uno:

—Perdón, pero ¿por qué está todo el mundo haciendo cola en este lugar y allá a la vuelta no hay nadie?

Es que realmente estaba todo el mundo ahí, media cuadra de gente con la paciencia por el suelo pero todavía digna.

—Es que allá a la vuelta no tienen pesos —me contestó otro de ellos, el de pulóver rojo, de pie junto al primero.

—Por eso estamos acá —dijo el primero.

—Adentro venden, afuera compramos —pretendió aclarar el otro.

—Nadie tiene pesos —exageró apenas el primero.

Entonces debió haber una señal oculta, un acontecimiento paranormal, algo a mis espaldas o fuera de mi entendimiento, porque los dos se dieron vuelta, me enfocaron fríamente con sus nucas y se olvidaron de mí, o pretendieron olvidarse. Yo, sin dólares ni pesos y ya ni siquiera curioso, seguí caminando.

(...)

Entré a una librería que está por cerrar, sobre Cabildo. "Liquidación definitiva", dicen sin piedad los letreros rojos. Como daba la casualidad de que llevaba dos libros nuevos en el bolsillo de la campera, lo primero que hice fue acercarme al mostrador, donde había un hombre y una mujer.

—Miren —dije, mientras abría el bolsillo—, acabo de entrar y quería...

No es que haya hecho una pausa: debo decir que mantuve el ritmo. Pero tengo que anotar las dos caras de sospecha que me enfrentaron. Hay tantos locos, hay tanta gente rara, tantos ladrones, tanta violencia, la crisis es tan grave, estamos tan mal, es tan peligroso. Muchos mensajes cruzados había en esas caras. Más que mantener el ritmo la verdad es que me apuré un poco:

—...avisar que tengo dos libros que no son de acá, por las dudas de que ustedes los tengan.

Saqué los libros, los puse sobre el mostrador. El hombre los miró durante varios segundos, mientras la sospecha se diluía muy lentamente. No eran libros que pudieran tener, pensé en ese momento: ambos fueron impresos afuera, uno es difícil de conseguir, el otro directamente no fue importado porque hay edición local. La mujer perdió interés en mí.

—Puede ser que estén —dijo el hombre con desgano—, pero no importa. No importa. —Y como no era suficiente, hizo un gesto con la mano que podía significar una despedida y repitió una vez más: —No importa.

Me desanimé. Aunque no tanto. Guardé mis dos ejemplares y fui camino al verdadero desánimo: el que me provocaron los libros en venta.

Hay de todo, pero el ejemplar típico es más o menos así. Tiene las puntas un poco torcidas, la tapa un poco rayada con un poco de polvo. La etiqueta blanca dice "Antes x pesos", donde x es un valor ridículo, indignante; y "Ahora y pesos", donde y es otro valor ridículo e indignante, aunque un poco menos, algo así como el doble de lo que pagaría por un volumen que de verdad me interesara.

Dejando de lado los libros-libros, me dediqué a los no-tan-libros. Guías Michelin, revistas de computación, historietas. Caramba. Encontré un par de Calvin & Hobbes que podía haber comprado. Pero se habían humedecido en algún sótano perverso, seguramente bajo un baño público abierto las 24 horas donde nadie entraba a limpiar ni siquiera los lunes a la mañana, con los caños podridos por la edad y la vergüenza, bajo esas baldosas grises con regueros amarronados por la insistencia del tiempo. Por su parte, los Lucky Luke ni siquiera eran de Goscinny.

Salí con los mismos libros con que había entrado. No muy lejos seguía el concierto:

—Cambio.

—Cambio.

—Cambio.

—Cambio.

(...)

En el camino de vuelta me vino una frase a la cabeza, una de esas frases estúpidas que se forman solas y no se quieren ir, tal vez porque combinan lo verdadero con ese dragón interno que todo lo quema. Tanto insistió que pensé en anotarla cuando llegara a casa:

"Hasta los bebés parecen más tristes."

Pero no la anoté, no me atreví. Era demasiado. Ahora apenas si puedo escribirla entre comillas, acolchada, en sordina. El relato de la cosa, no la cosa en sí.

[9/5/2012]

El recurso de repetir "—Cambio" de esa manera viene directamente de un fragmento de Gelatina, el primer texto que publicó Mario Levrero:

"La calle de las prostitutas no estaba lejos.

"—Señor.

"—Señor.

"—Señor.

"—Señor.

"—Señor.

"—Señor.

"—Señor."

Nuevo link para Lucky Luke (Wikipedia, claro).

Enrique Morente

[9/5/2002]

Hay que escuchar a Enrique Morente, de verdad, hay que escucharlo con todo sobre la mesa. Y especialmente un disco llamado Lorca. Se dice que Morente es un cantaor flamenco, pero más que nada es un retorcedor profesional de tripas. (Gracias a Roberto Sotelo por el dato.)

[9/5/2012]

Wikipedia: Enrique Morente (quien falleció en 2010).

Una muestra en YouTube:

El dragón

[9/5/2002]

Tengo mucho trabajo que hacer, con o sin ganas, día tras día. Tengo una familia de la que ocuparme, porque así lo elegí. Tengo amigos, pocos pero buenos, a quienes quiero atender. Tengo que dormir la siesta, como sea, interrumpiéndolo todo. Tengo trámites pendientes, de los que me obligan a salir de casa o llamar por teléfono. Tengo que leer, por gusto y porque hay que hacerlo, diarios, libros, websites, email, con la pantalla en progresiva sustitución del papel. Y además, como si nada fuera suficiente, tengo que darle de comer al dragón.

[9/5/2012]

Sigo teniendo que darle de comer al dragón. Es, al mismo tiempo, lo mejor que hay y un esfuerzo doloroso. Pero no puedo parar. Después de todo, no es que yo sostenga al dragón sino que el dragón me sostiene a mí.

Me duele la cabeza

[9/5/2002]

Me duele la cabeza. La molestia arranca en un lugar de la espalda, mejor dicho un arco que va de hombro a hombro pasando por una vértebra dorsal. Desde ahí, en ondas radiales, avanza y crece hacia un punto en la base del cuello, ese sitio podrido que odio tanto. El cuello en sí no está tan mal, pero arriba, en la nuca, hay problemas. Hamacar la cabeza de un lado a otro no ayuda, salvo a marearme. Las aspirinas todavía no hicieron efecto.

Es raro que me duela la cabeza. Me dolía muy seguido años atrás, pero dejé de fumar y los dolores casi terminaron. Hoy, sin embargo, el monstruo se despertó otra vez. Me pregunto qué habré hecho.

También es raro que pueda rastrear el momento exacto en que empezó el dolor. Primero sonó mi despertador, a las seis y media, como todos los días. Lo apagué y seguí durmiendo: no siempre consigo levantarme enseguida. A las siete menos diez sonó el despertador de mi mujer, con el que siempre acabo de despertarme. De algún modo me las ingenié para quebrar la rutina y, sólo por hoy, incorporarlo a mi sueño. Estaba soñando tan felizmente. No recuerdo qué, mi costumbre es borrar los sueños, pero era feliz. Mi mujer debió tocarme el brazo para que una parte de mí decidiera que ya era hora. Reaccioné rápido, me senté de golpe, y ahora me acuerdo de que en el sueño, abruptamente, algo me hacía enojar, algo estúpido, un impedimento que otros ponían inútilmente, sólo para molestar, algo que no puedo describir pero siento otra vez como si estuviera ocurriendo. Y ahí, en ese instante entre el segundo en que empecé a reaccionar y el segundo en que estuve del todo sentado, llegó el dolor.

Después, más o menos, me olvidé. Volvió hace un rato. No perdona, nunca perdona. Ahora tengo que hacer penitencia.

[9/5/2012]

Donde dice "aspirinas" ahora diría "ibuprofeno". Pero hace diez años eran aspirinas nomás. Me sorprendí con eso.

Los techos

[9/5/2002]

El martes se me ocurrió escribir acerca de los techos que veo desde mi ventana. No sabía, y recién ahora lo descubro, que blip ya lo había hecho el día anterior (aunque tenemos modos diferentes de irnos por las ramas).

[9/5/2012]

Mis techos siguen en pie, los de blip no. El post en cuestión está en MW+X.