[18/5/2002]
Pisé la cucaracha en mitad del pasillo y saqué el pie rápido, con asco. Iba a buscar algo para limpiar el piso cuando noté que del cuerpo del bicho salía un hilito de humo, como el de una vela que se apaga. El hilito, de un blanco lechoso, subió con lentitud, y tardé unos segundos en notar que llevaba en su tope una especie de escama, o pétalo, o ceniza, del mismo color. Cuando llegó a la altura de mis ojos, la ceniza se detuvo y el humo formó un halo a su alrededor. Una voz de ninguna parte, que tal vez estuviera dentro de mí, dijo:
—Gracias, amigo, por salvarme de este karma miserable.
Sacudí la mano contra el humo, y luego varias veces más, hasta que se disipó. Entonces recordé que era mejor sacarme el zapato, para no ensuciar el piso en otros sitios cuando caminara. También tenía que comer algo.
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