¿Qué hago con tanta irrelevancia?, pregunté hace unos días, como introducción a una catastrófica serie de cuestiones sin resolver. Me contesta Luisa Axpe:
Hace ya un tiempo descubrí, no sin ayuda, que a mí me dan más trabajo las cosas que no hago que las que hago. Y sí; cuando todo se acumula en un montón desordenado de obligaciones y problemas como goteras y conflictos y declaraciones juradas y dentistas no visitados y facturas impagas y libros no escritos, el peso se vuelve en contra de las ganas de sacárselo de encima: pesa tanto, que ni para eso podemos movernos. Pero no hay que dejarse engañar. Somos mucho más fuertes de lo que creemos. Siempre se puede encontrar una salida. Hay trucos. Yo suelo ponerlos en práctica, aunque luego de un tiempo los olvido y llega un momento en que me quiero bajar del mundo. Hasta que, mágicamente, vuelvo a recuperar la memoria, y los descubro nuevamente. Algo tan sencillo como, por ejemplo, hacer UNA sola de todas esas cosas. No importa cuál; llega un momento en que todo está en el primer lugar de tu lista de prioridades. Elegí al azar, la que te resulte más fácil. Vas a ver cómo, apenas vuelvas de pedir turno con el oculista, por ejemplo, todas las otras cosas se van a alinear educadamente, una detrás de la otra (no pretendas conocer el lugar de cada una) y van a esperar pacientemente aunque te tomes todo el tiempo necesario para seguir. Automáticamente te vas a sentir mucho más liviano, el mundo se pondrá de color celeste o rosa (según el género) y vas a escuchar una canción de Elton John. Bueno, estas dos últimas sensaciones son optativas.
Hace poco me pasó. Desde febrero debía ir al dentista y al oculista, hacerme una ecografía, un análisis de colesterol y dos chequeos distintos, más adelante llevar a la gata al veterinario y un sinfín de tareas más. Todos los días pensaba "mañana". Hasta que un día no pensé, fui a pedir turno para la ecografía. Salí del laboratorio con una sensación de euforia, sintiéndome una heroína (la proximidad de "euforia" y "heroína" es una simple coincidencia). Inmediatamente me cambió el humor. Claro, hay algo que no te puedo transmitir: qué me llevó a dar el primer paso. Quizás fue, como te dije antes, haber recuperado la memoria. Ja, como si fuera tan fácil. Si fuera así, escribiría libros de autoayuda. Hace falta un poco de magia. Y para eso, confío en vos. Sólo te pido un favor: no dejes de escribir, en la weblog o como sea. En cuanto al destornillador, qué sé yo, ponelo en el cajón de los cubiertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario