[30/5/2002]
Rascarse la frente con preocupación, buscando la idea que salve.
Rascarse la oreja, o la nariz, con distintos grados de perplejidad, sorpresa, como si en los huecos fuera a aparecer una explicación.
Rascarse con los dedos agrupados, formando un pico, generalmente con las uñas largas y pintadas, en movimientos nerviosos de ida y vuelta, ida y vuelta, ida y vuelta.
Rascarse justo al lado de donde pica, porque donde pica está prohibido, tratando de engañar a las terminaciones nerviosas.
Rascarse arqueológicamente, con el dedo índice, hurgando hasta el hueso, deteniéndose para limpiar la uña y volviendo a empezar un poco más profundo.
Rascarse con saña, a cuatro uñas, los dedos un poco separados y doblados en forma de rastrillo, para provocar el mayor daño en el menor tiempo posible.
Rascar, a secas, es decir besarse, acariciarse, amarse con la superficie del cuerpo.
Rascarse dormido, ahí donde duele y se lastima, donde al despertarse hay una mancha de sangre y dolor.
Rascarse porque sí, a ver qué pasa, por aburrimiento, mirando los cambios de color como quien ve la tele.
Rascarse regiones privadas, en público, mirando hacia otro lado, disimulando el movimiento como otra cosa.
Rascarse regiones privadas, en privado, con alivio, sonrisa hacia un solo lado, entrecerrando los ojos.
Rascarse el sobaco con el brazo del mismo lado, mientras se bosteza, despertando la piel para otro día.
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