[16/7/2003]
Es en esa línea del piso donde está la verdad, no en otra parte. Se equivocan quienes buscan junto a la pared, donde quedó el zapato, o al pie de la cama, donde cayeron los anteojos. Otros rastros son incluso posteriores, como la llave torcida en la puerta del placard, resultado del tropiezo de un enfermero, o el velador caído, que fue a parar al suelo cuando el mismo enfermero, tratando de no caerse del todo, acabó enganchando una pierna en el cable eléctrico. Y los hay anteriores, muy anteriores, como el vidrio rajado en la ventana, el fragmento de zócalo faltante, y el libro abierto, con el lomo hacia arriba, que apareció en el rincón, bajo la silla. También tratan de asociar al hecho la frase escrita con letra casi ilegible en la pared, sobre la cama, cerca del techo, aunque nadie haya podido explicarla. O la cucaracha muerta mucho tiempo atrás que apareció entre las sábanas. O la mancha de sangre fresca de la media izquierda, no asociada a ninguna herida. O el gato que salió corriendo de abajo de la cama cuando la policía echó abajo la puerta. Mucha lupa, mucho análisis, mucho informe escrito torpemente en una máquina de oficina gris con tubos fluorescentes, pero dejan de lado lo obvio, la línea entre estas dos baldosas, la que está floja y la que tiene una esquina partida. Ahí golpeó la cabeza.
y vos te dedicabas a qué?
ResponderEliminarpara cuándo tu libro?
demasiada self-indulgence en tus lectores, Eduardo.
no te olvides que vos, como yo, teos sacaste todos los números.
(un beso)
(S.)
Yo me dedicaba a tomar notas, Sugus.
ResponderEliminarSelf-indulgence? Bueno, la caridad bien entendida empieza por casa.
Sobre el libro no tengo novedades. Espero que pase algo, en alguna parte, alguna vez.