[8/7/2002]
Luisa vive en un nido de águilas con losa radiante. Desde sus ventanas se ve medio Río de la Plata y dos tercios de la zona norte de Buenos Aires. Cuando cumple años e invita, uno puede estar seguro de que va a haber comida riquísima, buenos tintos y demasiado humo de cigarrillo, aunque ella no fuma. Chistes también, contados por alguien que parece haber ensayado toda la semana (¿cómo se hace para recordar y contar ocho o diez chistes al hilo, sin tomar aliento?). Y varias instancias de charla sobre la gente que se fue, la gente que se queda, la gente que vuelve, la gente que va a todas partes y la que no va a ningún lado. Sobre gatos también, como Felipa, que apenas me dedica un rápido paseo sobre mis piernas para ir a parar a otras que le gustan más.
El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos. Pero Luisa, desde que la conozco, lo hace con más clase que nadie.
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