La verdad es que cambió el Correo Argentino. No sólo por el bonito negocio de útiles escolares, postales y variedades que hay frente a las cajas, en esa sucursal de Cabildo al 2300. Ni por el indicador luminoso de turnos, que va cambiando con un sonido electrónico de campanita cada vez que una caja queda libre. Ni tampoco por las computadoras que finalmente sustituyeron aquellas máquinas llenas de palancas (de las que espero que haya varias en distintos museos: sería una pena haberlas perdido para siempre). Ni por los precios, que se fueron a las nubes como casi todo lo demás excepto nosotros mismos.
No, nada de eso. El verdadero cambio se me hizo evidente luego de llegar a la caja, entregar mi carta y pagarla, cuando en un giro imprevisto y con una expresión diferente, sonrisa, voz fuerte, el empleado de barba me preguntó algo así como "¿Quiere participar en el sorteo de cinco mil pesos, un auto, bla bla bla?". Me quedé cosa de un segundo sin respuesta, y luego balbuceé algo torpe como "No tengo mucha fe en esas cosas, gracias", antes de escabullirme hacia la salida.
[14/6/2012]
Era el correo privatizado, claro. Ahora no hay negocio de variedades ni sorteos. Los números avanzan con lentitud. Pero la cantidad de gente que espera parece menor. ¿Será que es más eficiente, o que el correo se usa menos?
Era el correo privatizado, claro. Ahora no hay negocio de variedades ni sorteos. Los números avanzan con lentitud. Pero la cantidad de gente que espera parece menor. ¿Será que es más eficiente, o que el correo se usa menos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario