miércoles, 29 de agosto de 2012

Después te cuento

[29/8/2002]

Después te cuento con detalle, pero quería adelantarte que fue impresionante. Algo que no se puede describir en dos palabras. Por eso lo dejo para más tarde, cuando tenga tiempo de mandarte un mensaje largo y completo. Lo único que quería decirte ahora es que no te podés imaginar la sorpresa, hasta qué punto todo era diferente, a la vez mejor y peor, pero más que nada inesperado. Pensé mucho en cómo contártelo, y llegué a la conclusión de que lo mejor era por escrito, incluso empecé un relato torpe y desmañado, demasiado rápido, que inmediatamente borré (qué suerte esto de las computadoras, que permiten borrar sin dejar rastros), prefiriendo la posibilidad de empezar de nuevo en otro momento, cuando la situación, sobre todo mi situación interna, lo permita, y cuando las sensaciones se hayan asentado lo suficiente como para ser más objetivo, más claro, más preciso. Ya estoy saboreando la primera frase de ese relato pendiente, que tengo casi completa en la cabeza pero no me atrevo a escribir todavía, no mientras no pueda continuarla con la segunda frase, que por ahora es sólo una sombra en el fondo de mis ideas, en ese sitio donde se mueven los fantasmas y uno apenas puede empezar a reconocerlos, y la tercera, que apenas me atrevo a soñar aunque sé de una palabra que sin duda va a estar ahí, y la cuarta, de la que definitivamente lo ignoro todo. Así que te pido paciencia, que confíes en mí, que esperes. Todo va a llegar, y llegaría antes si tantas cosas no se interpusieran en el camino: trabajo tal vez, tan útil como excusa y tan poco creíble cuando lo que está en juego es así de importante y perentorio, pero también la necesidad de algún procesamiento privado, en soledad, antes de largar el tema hacia afuera. Ahora no puedo profundizar; peor aún, me siento incapaz de hilvanar las ideas, los retazos de ideas, los átomos que forman esos retazos de ideas, los quarks que de alguna forma construyen partículas elementales que, en una complicación creciente, edifican esos átomos. Y, en definitiva, por encima de lo demás, como algo que se interpone entre mi intención de hacer la crónica y su concreción, lo que pasa (y ahora mismo miro el reloj, lo miro de reojo con un poco de temor mientras te escribo esto, con un tercio de mi atención en las agujas, otro tercio en los dedos que bailan sobre el teclado y otro tercio, todavía, en la descripción de los eventos sobre los cuales te escribo), lo que pasa, te decía, es que estoy apuradísimo.

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