Dos viejas en la vereda. Una, del lado de la calle, mira de reojo cómo me acerco. La otra, del lado de la pared, gesticula ampliamente y dice:
—Mientras hablaba se inflaba, se inflaba, se inflaba.
*
Los dos están en la entrada de un edificio de departamentos. El muchacho mira a los ojos de la chica como si los suyos fueran rayos láser. O, mejor, ametralladoras. Ella mira un poco al costado, tratando de encontrar otra cosa a la que prestar atención. Él dice:
—No querés darte cuenta, eh. No querés darte cuenta, eh. No querés darte cuenta, eh.
*
Me cruzo con ellas por la vereda. La mujer más joven lleva de paseo una cosa ratonesca con una de esas correas que se alargan, a varios metros de distancia. Viene hablando, la mujer más joven. Señala en dirección al bicho con pelos:
—...y estaba atacando. Mi perro se quedó mirándolo, mirándolo, mirándolo...
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