[14/1/2003]
El Gran Houdini se hundía rápidamente en un mar con mil metros de profundidad. Llevaba las manos atadas a los pies, los pies atados a la cintura, el cuello atado a las rodillas. Las sogas, a su vez, iban rodeadas por gruesas cadenas de las que tiraba una bola de acero, maciza, con un peso de dos toneladas. Todo, Houdini y las sogas y las cadenas y la bola de acero, bajaba rodeado por una jaula estrecha, un cubo de un metro de lado, hecha con barrotes gruesos y soldados entre sí por expertos insobornables.
—Por fin —pensó el Gran Houdini— una situación de la que no puedo salir.
Y se relajó para disfrutar de la nueva sensación.
Comentario inoportuno, por cierto. Saludos. N.
ResponderEliminarEduardo: aunque no lo creas, ésa era la idea inicial del cuento. Pero yo nunca hubiera podido escribirla así. Me encantó.
ResponderEliminarNicolás: ¿cuál es el comentario inoportuno? ¿Por qué?
ResponderEliminarLuisa: no, claro que no la hubieras escrito así, sino mucho mejor.
No me hagas caso, el mensaje inoportuno es el mío. Estoy especialmente sensible. Nada más que decir. Un saludo. N.
ResponderEliminarel comentario inoportuno es: "blub"
ResponderEliminaraprobado por unanimidad!! :P
ResponderEliminar¿No sienten que, por momentos, esto tiende a parecerse a una sesión de psicoterapia grupal?
ResponderEliminarLos pies atados a la cintura ??? O_O
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